Demuéstreme su fe 3

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Demuéstreme su fe 3
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Capítulo 8 – Demuéstreme Su Fe

En nuestro idioma, tenemos varias formas de hablar. Una de esas formas son las expresiones idiomáticas. Las expresiones idiomáticas a menudo usan palabras o frases que no tienen una conexión lógica con el tema acerca del cual estamos hablando. Pero tienen sentido para nosotros porque entendemos cómo se usan. La mayoría de ustedes probablemente usa expresiones idiomáticas de vez en cuando, aunque es posible que no sepan que eso es lo que están usando.

Déjeme darle un de ejemplo y se dará cuenta rápidamente. “Si alguien encuentra defectos en un regalo que ha recibido, podemos decir: “a caballo regalado no se le mira el colmillo.” ¿Usted puede ver lo confuso que podría ser para alguien de otro país si toma esas palabras literalmente?

Hay una expresión idiomática en la cual estoy pensando con relación a nuestro estudio de hoy. Continuamos con nuestro estudio del libro de Santiago, en el Nuevo Testamento. Y, estamos listos para el capítulo dos, versículos del catorce al veintiséis. El modismo en el que estoy pensando es, “muéstreme lo que tienes.” Muy a menudo, cuando usamos esa frase, la situación en realidad no involucra una acción. Lo que realmente estamos pidiendo es una prueba de que lo que la otra persona nos dice que es verdad; ¿Pueden verificar que su declaración es cierta? ¿Están dispuestos a actuar según lo que han dicho? Otra forma de decir esto es “empeñar su palabra.”

Espero y oro para que cuando terminemos el estudio de hoy, con relación a su fe, usted pueda “empeñar su palabra.” He titulado nuestro estudio, “Demuéstreme su Fe.” Nuestro texto está en el capítulo dos de Santiago, versículos del catorce al veintiséis. Eso es Santiago capítulo dos, versículos del catorce al veintiséis.

  1. Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
  2. Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
  3. y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
  4. Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
  5. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
  6. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
  7. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
  8. ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
  9. ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
  • Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
  • Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
  • Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
  • Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

El escritor de Hebreos, en el Nuevo Testamento, nos recuerda que sin fe es imposible agradar a Dios. En nuestro texto, Santiago habla de varios TIPOS de fe. Vamos a descubrir el tipo de fe que le agrada a Dios.

La Fe sin valor

Estoy seguro de que por el sonido de esas palabras ya sabes que este no es el tipo de fe que usted desea. Pero vamos a explorar este tipo de fe de la cual Santiago habla en los versículos del catorce al diecisiete. Santiago comienza haciendo una pregunta. Si una persona profesa fe en Dios sin una demostración de esa fe a través de sus acciones, ¿es esa realmente una fe salvadora?

En caso de que podamos perder la idea, él nos da un ejemplo sencillo. Supongamos que uno de sus hermanos cristianos carece de ropa adecuada y ni siquiera tiene suficiente comida para satisfacer sus necesidades diarias. Usted se

entera de esa necesidad, entonces lo llama por teléfono (Siempre y cuando su servicio telefónico no haya sido suspendido). Luego le dice que se ha enterado acerca de su necesidad y ofrece orar con él por teléfono. ¡Eso suena como algo bueno para mí! Pero después de orar con él, le dice algo como, “bueno, espero que el Señor le provea,” y cuelga el teléfono. Inclusive puede ponerlo en la cadena de oración de la iglesia. Y usted se da a sí mismo una palmadita en la espalda por la atención prestada. Pero no comparte nada de su comida o de su ropa con esa persona.

¿Qué dice la Biblia acerca de ese tipo de “fe”? ¿Está seguro de que quiere saberlo? Permíteme replantear la pregunta que Santiago hizo. Si usted ve las necesidades que tiene algún hermano o hermana y no intenta satisfacer esas necesidades con los recursos que Dios le ha dado, ¿qué valor tienen sus palabras amables? Esto es lo que llamamos una pregunta retórica. Simplemente al enmarcar la pregunta de cierta manera, sabemos cuál debe ser la respuesta. ¡A riesgo de ser demasiado directo, podemos parafrasear a Santiago diciendo que nuestras palabras amables, si no están respaldadas por las acciones, son solo palabras al aire! Ellas no tienen valor.

Y luego él agregó el punto clave. De la misma manera, la fe que no da lugar a la acción no tiene ningún valor. Solo podemos concluir que una fe que no resulta en una acción no es una fe genuina. Recuerdo que el Dr. Yoder me contó de un incidente que le sucedió una vez cuando él y la Sra. Yoder estaban de visita en Israel. Él estaba hablando con un anciano judío y le hizo la pregunta: “¿Qué fue lo que hizo de Abraham un gran hombre?” ¿Qué cree usted que respondió ese hombre? El hombre judío respondió: “¡Abraham fue un hombre de acción!” El Dr. Yoder me dijo que la respuesta al principio lo sorprendió. Él esperaba que el hombre le dijera que Abraham fue un hombre de gran fe. Pero cuando lo pensó, se dio cuenta de que las dos palabras son inseparables. La fe y las acciones son sinónimos.

A. W. Tozer se refirió a la fe y la obediencia como los lados opuestos de la misma moneda. Y también dijo: “La Biblia no reconoce ninguna fe que no conduzca a la obediencia, ni reconoce ninguna obediencia que no brote de la fe.

Santiago concluyó esta sección con una declaración clara; “…la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” El Dr. Harlan Roper ilustró la fe muerta de esta manera. “Es ese tipo de fe que llevaría a un hombre a tomar una botella de medicina de su botiquín. A ver las instrucciones en la botella y decir: ‘Estoy seguro de que son las correctas. Tengo toda la confianza en la fuente del medicamento. Sé quién escribió estas instrucciones. Creo todo acerca de la medicina. Sé que esta medicina aliviará mi dolor de cabeza, si simplemente la tomo. Pero él toma el frasco de medicina y lo vuelve a colocar en el botiquín. Él dolor de cabeza no desaparece. Este continúa. Sin embargo, él puede decir que cree en ese medicamento. Él cree en todo acerca de ese medicamento. Pero aun así él no se lo tomará. Esa es la fe muerta.”

Podemos tener la tentación de tomar la ilustración que usó Santiago y confinar esta enseñanza a la forma como respondemos a las necesidades físicas de los demás. Pero aquí hay un principio que debemos tomar en serio. Para que la fe tenga valor, debe resultar en una acción. ¿Qué pasa con la persona que no necesita su ropa o su comida, pero necesita su tiempo para que la oiga y un oído que lo escuche? ¿Qué pasa con el hermano o la hermana que ha sido alcanzado por el pecado y todos los demás han puesto a esa persona a un lado? ¿Cómo le responde su fe a ellos? ¿Qué pasa con la persona a lo largo de la autopista con un vehículo averiado? Entonces ¿Dónde está su fe? Santiago nos dice con fuerza, para que la fe tenga valor, debe resultar en una acción.

La Fe Vacua

En los versículos del 18 al 20, Santiago describe para nosotros un tipo diferente de fe. Ella tiene algunas similitudes con la fe sin valor. Tal como lo dije, es una fe vacua. Puedo escuchar a algunos de ustedes preguntando, “¿qué es eso?” La palabra, vacua, proviene de la misma raíz latina que la palabra “vacío.” En pocas palabras, la fe vacua es una fe vacía.

Santiago ilustró este tipo de fe al hablarnos sobre otra persona. Esa persona dice, “Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Me pregunto, ¿cómo puedes demostrar una fe genuina sin una acción? ¿No sería eso similar a aprender teóricamente un tema en particular, pero nunca tener ninguna experiencia práctica? Entonces, aquí nuevamente vemos el acoplamiento de la fe y las obras.

Santiago luego resalta un aspecto de la fe. Es decir, solo hay un Dios verdadero. Si usted recuerda en mi introducción, cité Hebreos capítulo once. “Sin fe es imposible agradar a Dios.” Pero el escritor de Hebreos continúa diciendo, “porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Esa creencia de que Dios existe es un aspecto importante de la fe. De hecho, Santiago elogia a aquellos quienes creen en esa verdad, pero ese no es el panorama completo. Se necesita más que un asentimiento mental, un acuerdo intelectual para hacer que la fe sea válida.

El versículo diecinueve incorpora una comparación sorprendente. “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.” Ellos creen que hay un Dios verdadero y tiemblan ante Él. Los registros del Evangelio nos hablan de los encuentros que Jesús tuvo con los demonios. Ellos sabían quién era Él y algunas veces Él les prohibió anunciar eso al público. En este sentido, los demonios pueden haber demostrado una creencia mayor que algunos cristianos. Dios nos ha instruido específicamente para que les hablemos a otros acerca de Él, para que hablemos de Su amor y misericordia, pero a menudo permanecemos en silencio. ¡Ay! Eso se parece a nosotros ¿verdad?

¿A usted le gusta ser comparado con los demonios? A mí tampoco, pero fíjese que Santiago lo señaló? Los demonios saben que Dios existe. Ellos saben que están en combate mortal contra Él y Sus seguidores. Pero eso no cambia su comportamiento; ellos siguen a su amo. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Nuestra creencia hace una diferencia en la forma en como vivimos o es simplemente una profesión vacía?

Recuerdo muy bien un evento que sucedió en mi adolescencia. Dios me estaba llevando a una relación más profunda con Él. En el proceso, me pidió que tomara una decisión la cual era muy difícil. Tomé la decisión de acuerdo con Su voluntad y nunca me he arrepentido. En este momento cuando recuerdo esa decisión, me parece tan claro por qué Dios me estaba pidiendo que lo hiciera. Yo le había dicho al Señor que lo seguiría dondequiera que Él me guiara. Que iría a cualquier parte y haría cualquier cosa por Él. Él era el maestro y yo era el sirviente. Dije esas palabras como una expresión de mi fe y confianza en el Señor. Luego me puso a prueba para ver si realmente quise decir lo que dije, o si eran simplemente palabras que sonaban bien, pero que eran vacías. Desearía poder decirle que he respondido a todas las pruebas de fe así; pero no puedo. He fallado muchas veces y este texto es un desafío continuo para mí.

Usted sabe, Santiago no expresa la verdad con sutilezas. Él es claro, directo y, algunas veces, casi brutalmente honesto. En el verso veinte, él declara: “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” Por mucho que sepa que la muerte es una parte muy real de nuestra humanidad, no me gusta ver cadáveres. No puedo decir con sinceridad, “se ve justamente como se veía en vida” o “el encargado de la funeraria hizo un buen trabajo con ella.” Yo sé que aquellos que se quedan atrás cuando muere un ser querido necesitan consuelo y el apoyo de familiares y amigos. Y creo que es apropiado darles ese consuelo y ese apoyo. Las horas de visita y el servicio fúnebre son para su beneficio, el beneficio de los vivos, no de los muertos.

Entonces, ¿qué pasa con su fe? ¿Está viva o está muerta? ¿Está llena de vida y atractiva para otros quienes ven su expresión en su vida? ¿O está muerta y vacía, emitiendo un olor nauseabundo que hace que la gente diga, “si esa es la fe en Dios, no voy a querer tener ninguna, gracias.”

La Fe Validada

En esta sección final de nuestro texto, Santiago usó dos personajes bíblicos para ilustrar una fe validada, una fe auténtica. Abraham aparece en Hebreos capítulo once entre los héroes de la fe. Santiago escogió a Abraham y su ofrenda de Isaac en el altar como un ejemplo supremo de fe; y con justa razón. La creencia de Abraham en las promesas de Dios fue validada por sus acciones. Hebreos once diecisiete nos dice: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” Si Abraham simplemente hubiera dicho que creía, ¿habría sido suficiente para hacer genuina su fe?

Todas las promesas de bendiciones futuras que Dios le había hecho a Abraham estaban alrededor de la vida de su hijo, Isaac. Ahora bien, Dios le dijo, “llévalo a un lugar donde te mostraré y ofrécelo en sacrificio.” ¿Usted puede ver la grandeza de la fe de Abraham? Él estaba convencido de que Dios cumpliría esas promesas inclusive si él, Abraham, no pudiera ver cómo iban a suceder. Y esa creencia — esa confianza en Dios lo movió a la obediencia.

Santiago dijo que su creencia estaba unida a la acción y por su acción su fe fue perfeccionada, completada o validada. Las obras de Abraham demostraron que él creía lo que Dios le dijo y su fe, demostrada por sus obras, lo justificaron o lo hicieron justo a los ojos de Dios. Ahora bien, para que no me malinterpreten, no dije que las obras de la ley lo justificaron, sino que fue justificado por las obras de fe. Martin Lutero lo dijo de esta manera.

“La pregunta es: ¿cómo puede tener lugar la justificación sin las obras de la ley, aunque Santiago dijo: ‘¿La fe sin obras es muerta.’? En respuesta, el apóstol distinguió entre la ley y la fe, la letra y la gracia. ‘Las obras de la ley’ son obras hechas sin fe y gracia, por medio de la ley, que las obliga a hacerlas mediante el temor o la seductora promesa de ventajas temporales. Pero las ‘obras de fe’ son aquellas hechas en el espíritu de libertad, puramente de amor a Dios. Y solamente pueden hacerlas aquellos que están justificados por la fe. Un simio puede imitar hábilmente las acciones de los humanos. Pero no es un humano. Si llegara a ser humano, sin duda sería así, no en virtud de las obras mediante las cuales él imitó al hombre, sino en virtud de otra cosa, específicamente, por un acto de Dios. Luego, habiendo sido hecho un humano, él realizaría las obras de los humanos de la manera apropiada. Pablo no dice que la fe tiene sus obras características, sino que se justifica sin las obras de la ley. Por lo tanto, la justificación no requiere las obras de la ley; sino que requiere una fe viva, que lleve a cabo sus obras.” Yo digo, Amén.

El segundo ejemplo de fe validada que uso Santiago fue aún más sorprendente. Rahab, la ramera, fue hecha justa porque su fe la movió a la acción. Su voluntad de ocultar a los espías dio evidencia de que ella creía lo que decía. “Ella dijo a los hombres: Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros…. Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.” ¡Ella validó aún más su fe al pedirles que evitaran la destrucción de ella y su familia cuando conquistaran la ciudad! Eso fue algo genuino, algo que convirtió la fe en acción.

El versículo final de nuestro texto concluye diciendo: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Cada una de las tres secciones de versículos que hemos analizado en nuestro estudio de hoy termina con esta misma nota. Uno de los principios de estudiar un texto de la Biblia es buscar cosas que se repiten. La repetición es una forma de mostrar la importancia de un tema. Tres veces en trece versículos, Santiago nos recuerda; “la fe sin obras está muerta.”

¿Por qué es necesaria la repetición? ¿Podría ser que nos resulta tan fácil darle un asentimiento mental a la verdad, y sin embargo tan difícil poner esa creencia en la acción diaria?

Déjeme preguntarle amigo mío; ¿Es su fe simplemente una abstracción, un ejercicio intelectual? ¿O es una fe viva y genuina que se expresa en su vida diaria? ¿Sus obras validan su fe? Solamente una fe viva es una fe justificadora, una fe que le agrada a Dios y experimentará Sus bendecidas palabras, “Bien, buen siervo y fiel.”

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