Espejo, Espejo de la Palabra 2

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Espejo, Espejo de la Palabra 2
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Capítulo 5 – Espejo, Espejo de la Palabra

“Érase una vez a mediados del invierno, cuando los copos de nieve caían como plumas del cielo, una hermosa reina estaba sentada cosiendo en su ventana, que tenía un marco de madera de ébano negro. Mientras cosía, miró hacia la nieve y se pinchó su dedo con la aguja. Tres gotas de sangre cayeron en la nieve. El rojo sobre el blanco se veía tan hermoso que pensó: ‘Si tuviera un hijo tan blanco como la nieve, tan rojo como la sangre y tan negro como este marco.’ Poco tiempo después de eso tuvo una hija tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano, y la llamaron Blancanieves.

Ahora bien la reina era la mujer más bella de toda la tierra. Ella tenía un espejo, al cual le preguntaba todas las mañanas:

Espejo, espejo, en la pared, ¿Quién en esta tierra es la más hermosa de todas?

Y el espejo siempre decía: Tú, mi reina, eres la más bella de todas.

Y entonces supo con certeza que nadie en el mundo era más hermosa que ella.

Ahora, Blancanieves creció, y cuando tenía siete años de edad, era tan hermosa que inclusive superó en belleza a la reina. Entonces cuando la reina le preguntó a su espejo:

Espejo, espejo, en la pared, ¿quién en esta tierra es la más hermosa de todas? El espejo dijo: Tú, mi reina, eres bella; eso es verdad.

Pero la pequeña Blancanieves es mil veces más bella que tú.

Cuando la reina oyó al espejo decir eso, se puso pálida de envidia y, a partir de esa hora, odió a Blancanieves. Cada vez que la miraba, pensaba que Blancanieves tenía la culpa de que ella ya no era la mujer más bella del mundo. Eso le hizo dar un vuelco a su corazón. Sus celos no le dieron paz.” El resto de la historia cuenta cómo su obsesión consigo misma la llevó a la destrucción.

Estoy seguro de que usted está de acuerdo de que un espejo es un artículo valioso si se usa de manera apropiada. Nos ayuda a vernos a nosotros mismos como realmente somos; al menos en la parte exterior. Nos demuestra lo que otras personas ven. Nos ayuda a mantener nuestro aseo personal e higiene en orden.

En nuestro texto, la Palabra de Dios se compara con un espejo. Por esa razón, he titulado este mensaje “Espejo, Espejo, de la Palabra.” El texto se encuentra en Santiago capítulo 1, versículos del 22 al 27, en el Nuevo Testamento.

  • Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
  • Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
  • Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
  • Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
  • Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
  • La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Nuestro texto revela dos RESPUESTAS que cada uno de nosotros puede tener cuando nos miramos en el espejo de la Palabra de Dios.

El Autoengaño Apático

Probablemente todos hemos estado en una situación en la que pasamos frente a un espejo. No nos detenemos a inspeccionar nuestra apariencia; simplemente nos echamos una mirada rápida a medida que avanzamos. Concluimos que las cosas están en orden en lo que respecta a nuestra apariencia física. Pero más tarde, cuando nos tomamos el tiempo suficiente para pararnos frente a un espejo y mirar con atención, vemos algunas áreas de nuestra apariencia que definitivamente necesitan atención y nos sentimos avergonzados por aquello que pasamos por alto la primera vez.

Supongamos que, después de echar un vistazo más largo, y ver que necesitamos lavarnos la cara o peinar nuestro cabello, nos alejamos diciendo: “Estoy bien. No tengo tiempo para preocuparme por eso.” Usted diría, “eso es una tontería,” y usted estaría en lo correcto.

No debemos ser contados entre aquellos quienes oyen las palabras con sus oídos, pero no tienen la intención de dejar que la Palabra cambie su estilo de vida. ¿Por qué es esto tan serio? Por el efecto que tiene en nuestra fe y nuestra práctica. Santiago dijo claramente que aquellos quienes escuchan la Palabra de Dios y no la aplican serán engañados. ¡Ellos serán desviados por malos caminos!

Jesús, hablándole a los líderes religiosos de Su época, dijo; “También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis. Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida…No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”

¡Qué acusación tan punzante! ¿Qué estaba diciendo Jesús? Ustedes han buscado en las Escrituras, pero cuando no les gusta lo que ellas enseñan, se sienten libre para ignorarla o proponer su propia interpretación de ellas. Oh, eso suena contemporáneo, ¿verdad? Este es un problema generalizado en la iglesia de hoy.

En los últimos años, he conocido a familias que estaban buscando por una confraternidad en la iglesia. Ellas sabían la importancia de pertenecer a una congregación local. No estaban buscando por la iglesia perfecta, simplemente una que enseñara y practicara la Palabra de Dios. Aquí hay un comentario que escuché de

parte de esas familias: “realmente apreciamos al pastor, él predica la verdad. Pero su enseñanza no hace una diferencia notable en la vida de los miembros. Y nadie los hace responsables por lo que hacen.” De eso era de lo que Santiago estaba hablando; sobre el hecho de escuchar la Palabra sin intención de permitir que cambie nuestro estilo de vida.

Esto lleva al autoengaño. En estos tiempos la creencia y la práctica común de muchos cristianos profesantes es escoger y elegir las partes de la Biblia que consideran relevantes para ellos. Y, si una enseñanza particular de la Escritura no se ajusta a su estilo de vida, o si los hace sentir culpables por lo que están haciendo, ¿qué dicen ellos? “Oh, eso fue para aquel entonces. Eso era simplemente una cuestión cultural. Nuestro mundo es tan diferente hoy en día. Eso no se aplica a nosotros.” Oh si, ¿realmente?

Y por lo tanto, según el encuestador evangélico George Gallup, millones de personas que se consideran cristianas nacidas de nuevo dicen cosas tales como “no existe la verdad absoluta,” o “lo correcto y lo incorrecto están determinados por la situación en la que usted se encuentra, no por ningún absoluto moral.” En estas declaraciones, y otras como ellas, vemos la realidad de que ser un oidor y no un hacedor conduce al autoengaño apático.

Esto es lo que Jesús dijo acerca de este particular en Mateo capítulo 7, versículos del 21 al 29, en el Nuevo Testamento, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu

nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad… Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.”

Al igual que el hombre que construye sobre la arena, aquellos que escuchan y se niegan a obedecer no se darán cuenta de que han sido engañados hasta que sea demasiado tarde. Mi padre de vez en cuando decía: “hablar es barato.” Lo que cuenta es lo que haces, no lo que dices. Cualquiera puede hablar, pero las acciones son convincentes. Jesús dijo, “muchos me dirán en aquel día…” Pablo dijo esto acerca de gente como tal “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” Una apariencia de devoción no es suficiente.

Si usted y yo nos miramos en el espejo de la Palabra de Dios y nos alejamos sin hacer los cambios necesarios, seremos engañados y creeremos que estamos bien. Santiago dice que ese tipo de religión no tiene valor.

El Autoexamen Enérgico

El contraste se introduce en el versículo veinticinco con la palabra, “más.” Una persona se mira en el espejo de la Palabra de Dios, se da la vuelta y se aleja sin hacer ningún cambio. La otra persona también se mira al espejo de la Palabra de Dios y ve la necesidad de un cambio en su vida. ¿Usted recuerda el tema general de nuestro

estudio en el libro de Santiago? Se titula “La Fe que Funciona.” Una fe que obra exige una respuesta reflexiva y obediente a lo que leemos en la Palabra de Dios. En el espejo de la Palabra de Dios vemos dónde se necesitan los cambios y cooperamos con el Espíritu Santo mientras Él obra en nosotros.

El cristiano apático y carnal establece su norma para su comportamiento y práctica. Él ve los mandamientos de Dios como pesados e innecesarios. El cristiano enérgico y espiritual entiende que los mandamientos de Dios son el camino hacia la libertad genuina. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” Un Cristiano genuino realmente quiere conocer a Cristo plenamente.

La idea contenida en la palabra, echale una ojeada al versículo 25, es inclinarse al lado, para mirar dentro. No es sencillamente una mirada casual, es una mirada penetrante. Va más allá de la superficie. Se da cuenta de que no todo lo que se puede ver está visible en la superficie. Esto es especialmente cierto en la Palabra de Dios. Ella no le cede sus riquezas a quienes simplemente rozan la superficie. “Gloria de Dios es encubrir un asunto; Pero honra del rey es escudriñarlo,” Proverbios capítulo 25, versículo 2, en el Antiguo Testamento.

¿Y qué es lo que estamos examinando? “La ley perfecta de la libertad.” ¿Qué es eso? Esa es la libertad que Cristo nos proveyó por medio del cumpliendo de la ley. En Cristo, la ley alcanzó su objetivo. La ley no fue destruida, la ley fue cumplida. En Cristo, ya no confiamos en los controles externos para imponer el comportamiento. Hemos sido cambiados por dentro. Ya no estamos siendo controlados por nuestros deseos y

pasiones. Vivimos por encima de la ley. Jesús lo ilustró en el Sermón de la Montaña. Él dijo: “Has oído” y él había dado la letra de la ley cuando los líderes religiosos la aplicaron. Luego Él dijo, “pero yo les digo” y Él había dado el espíritu de la ley que revelaba los motivos.

Un estadounidense que vivió hace mucho tiempo, Thomas Jefferson, dijo: “El precio de la libertad es la vigilancia eterna” La vigilancia implica acción y desprecia la apatía. Santiago nos recuerda que la libertad espiritual no se mantiene sin vigilancia de nuestra parte. El versículo 25 nos dice que aquellos quienes continúan, o perseveran, en la observación de la ley de la libertad recibirán la bendición del Señor. Los versículos del 3 al 5, en el Salmo 24, en el Antiguo Testamento, refuerzan ese concepto; “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación.”

Luego, en el último versículo de este capítulo, Santiago hace una declaración sorprendente. La adoración genuina, aceptable, y que honra a Dios es el resultado de dos cosas. “Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.” Aquí nuevamente, si simplemente miramos superficialmente, pasaremos por alto todo el peso de esta afirmación. Al reflexionar sobre esto, vuelvo a escuchar las palabras de Jesús. “Jesús dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo capítulo 22, versículos del 37 al 40.

Mantenerse alejado de la contaminación del mundo es una evidencia de cumplir el primer mandamiento. Visitar a las viudas y a los huérfanos es evidencia de que amas a tu prójimo como a ti mismo. Podríamos preguntarnos por qué Santiago, bajo la inspiración del Espíritu Santo, se sintió impulsado a utilizar estos dos grupos de personas. Es muy posible que se deba al hecho de que estos dos grupos de personas no tienen posibilidad de proporcionarnos algún tipo de recompensa tangible por servirles. Por lo general, no son poderosos ni están en posiciones de autoridad. Aquellos que realmente les sirven lo hacen con una motivación piadosa para ministrar a “los más pequeños” sin pensar en una recompensa personal.

El contraste final entre las dos respuestas al espejo de la Palabra de Dios es que los apáticos y auto engañados se contentan con encajar en el mundo. Ellos miran la Palabra y su respuesta es “sea lo que sea.” La gente usa esta palabra cuando no les importa algo. Su apatía demuestra que no han investigado la ley perfecta de la libertad.

Los enérgicos, los que se examinan a sí mismos, mientras están en el mundo harán lo que sea necesario para evitar que el mundo permanezca en ellos. Rechazarán la definición de éxito del mundo y encontrarán en Cristo su modelo. “…el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

¿Qué ve usted cuando se mira en el espejo de la Palabra de Dios? ¿Usted ve lo que el espejo dice, luego se da la vuelta y se aleja mientras el Espíritu de Dios toca la puerta de su corazón? Si es así, debo advertirle; usted está en un camino peligroso

lejos de Dios. En el juicio final usted corre el riesgo de escuchar estas palabras fatídicas: “Nunca os conocí; apartaos de mí.”

Si usted se encuentra entre aquellos que miran la Palabra y buscan diligentemente para conocer a su autor y sus preceptos, tendrá una vida de bendición desbordante. ¿Será fácil? No, el camino fácil conduce a la destrucción. Será difícil, pero vale la pena la lucha para escuchar esas palabras benditas, “Bien, buen siervo y fiel; entra en el gozo de tu señor.”

Los dejo ahora con esta versión editada de “Espejo, Espejo en la Pared.”

Espejo, Espejo en la pared,

¿Quién es la más bella de todas?

¿Es ella de cara bella?

Quien se ve a sí misma y luego apresuradamente,

Deja la escena rápidamente,

Fuera de la vista y de la mente?

¿O es él quien mira allí

Se ve a sí mismo y se lamenta de su pecado?

Con ojo solemne, él ve la escena,

Obedece la Palabra que lo hace limpio.

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