Superando la Tentación 3

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Superando la Tentación 3
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Capítulo Cuatro: Superando la Tentación

Una vez hubo un sapo que horneó algunas galletas. “Estas galletas huelen muy bien,” dijo El Sapo. Él se comió una. “Y sabían aún mejor.” El Sapo corrió a la casa de la rana. Allí le dijo, “Rana, Rana, prueba estas galletas que hice.” La Rana se comió una de las galletas, y dijo “¡Estas son las mejores galletas que haya comido alguna vez!”

El Sapo y La Rana comieron muchas galletas, una tras otra. “Sabes algo, Sapo,” dijo La Rana, “Creo que deberíamos dejar de comer. Pronto vamos a sentirnos enfermos.” “Tienes razón,” dijo El Sapo. “Vamos a comernos la última galleta, y luego dejamos de comer.” El Sapo y La Rana se comieron una última galleta. Todavía quedaban muchas galletas en el tazón. “Sapo,” dijo La Rana, “vamos a comernos la última galleta, y luego dejamos de comer.” El Sapo y La Rana se comieron una última galleta.

“¡Debemos dejar de comer!” gritó El Sapo mientras se comía otra. “Sí”, dijo La Rana, buscando una galleta, “necesitamos fuerza de voluntad.” “¿Qué es la fuerza de voluntad?” preguntó El Sapo. “La fuerza de voluntad es el gran esfuerzo para no hacer algo que realmente quieres hacer,” dijo La Rana. “¿Te refieres a tratar de esforzarte para no comer todas estas galletas?” preguntó El Sapo. “Correcto,” respondió La Rana.

El Sapo puso las galletas en una caja. “Bueno, ahora no comeremos más galletas.” “Pero podemos abrir la caja,” dijo El Sapo. “Eso es cierto,” respondió La Rana, por lo tanto, amarró una cuerda alrededor de la caja. Y dijo “bueno, ahora no comeremos más galletas.” “Pero podemos cortar la cuerda y abrir la caja.” dijo El Sapo.

“Eso es cierto,” dijo La Rana, por lo tanto, tomó una escalera y colocó la caja en un estante alto. Y dijo “Allí está. Ahora no comeremos más galletas.” “Pero podemos subir la escalera y sacar la caja del estante, cortar la cuerda y abrir la caja”, dijo El Sapo. “Eso es verdad,” contestó La Rana.

La Rana subió por la escalera, sacó la caja del estante, cortó la cuerda y abrió la caja. Tomó la caja y gritó en voz alta. “¡Oigan, pájaros, aquí hay galletas!” Los pájaros vinieron de todas partes. Recogieron todas las galletas en sus picos y se fueron volando. “Ahora no tenemos más galletas para comer,” dijo El Sapo con tristeza. “Ni siquiera una.”

“Sí”, dijo La Rana, “pero tenemos mucha, mucha fuerza de voluntad.” “Puedes quedarte con toda esa fuerza de voluntad,” respondió El Sapo. “Ahora me voy a casa a hornear un pastel.”

¿Esa historia le recuerda a usted su lucha contra la tentación? Usted y yo sabemos que la fuerza de voluntad no es suficiente para evitar la tentación. Simplemente encontramos nuevas formas de gratificar nuestros deseos.

En nuestro estudio anterior, le echamos un ojeada al libro de Santiago capítulo 1, versículos del 12 al 16, en el Nuevo Testamento. De esos versículos discutimos el tema, “Entender la tentación.” Aprendimos que aunque Dios tiene un diseño para nuestras tentaciones, Él definitivamente no es la fuente de ellas. Nuestras tentaciones provienen de nuestros propios deseos. Y, aprendimos que Satanás se deleita en explotar nuestros deseos para llevarnos a abrir una brecha entre nosotros y nuestro

Padre Celestial. Satanás utiliza nuestros deseos para llevarnos a la esclavitud, y luego nos acusa ante el Padre por el hecho de nuestros fracasos.

Pero entender la tentación, por sí misma, no va a traer la victoria. Necesitamos saber cómo superar la tentación. Y ese es el enfoque de este mensaje, “Superando la Tentación.” Nuestro texto de las Escrituras se encuentra en Santiago capítulo 1, versículos del 17 al 21.

  1. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
  2. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
  3. Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
  4. porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
  5. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

Al examinar este texto, observemos varias ACCIONES que podemos tomar para superar la tentación.

Aceptar el Verbo Encarnado

En los versículos que preceden a nuestro texto, Santiago expuso el desarrollo de la tentación. La semilla de una idea y esa idea es plantada en la mente por nuestro deseo. Si esa semilla no se elimina inmediatamente, comienza a brotar y a echar raíces; empezamos a hacer planes. Y finalmente, llevamos a cabo nuestros pensamientos y planes. Santiago nos demuestra que, por nosotros mismos, somos incapaces de tomar la decisión correcta; al igual que El Sapo y La Rana.

Pero, gracias a Dios, Él no nos deja en esa condición sin esperanza. Él nos asegura que, así como todo mal tiene sus raíces en el deseo incontrolado, así, todo lo bueno tiene sus raíces en Dios, nuestro Padre Celestial. Él explica que nuestra tentación al mal probablemente no puede provenir de Dios, porque Dios es el Padre de las Luces. Él no es solamente el Creador de la luz; ¡Él ES la luz! Su luz es tan pura que en ella no hay rastros de oscuridad, ni siquiera una sombra. Y por el hecho de Su pureza, no hay necesidad de que Él cambie.

Ahora fíjese en el contraste. El hombre sigue sus deseos de pecado, muerte y destrucción. Dios sigue Sus deseos de luz, vida y recompensa eterna. La distancia entre el hombre pecador y el Dios santo me recuerda la primera línea del poema de Rudyard Kipling, “La balada de Oriente y Occidente.” Dice así: “¡Oh! el Este es Este y el Oeste es Oeste, y nunca los dos se reunirán…” Pero Dios habló en la oscuridad previa a la creación, trayendo luz y vida. Y Él habló en el abismo infranqueable entre Su santidad y la pecaminosidad del hombre a través del Verbo Encarnado, Jesucristo.

Santiago señala que fue por un acto de la propia voluntad de Dios, Su propia iniciativa, Su propia decisión, que nos engendró con la palabra de verdad. ¿Qué quiere

decir Santiago, “nos hizo nacer por la palabra de verdad”? La palabra nacer significa, dar a luz, engendrar, procrear. ¿Y cómo hizo Él eso? A través de la Palabra de verdad, la Palabra, la Palabra Viviente, Jesucristo mismo. I Juan capítulo 3, versículos 1 y 2, en el Nuevo Testamento, dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios…”

Jesús vino a la tierra con el propósito expreso de dar testimonio de la verdad, Juan capítulo 18, versículo 37, en el Nuevo Testamento. Como el Logos, la Palabra Viviente, Él era y es, la Verdad en persona. Y Él es un fiel reflejo de Su Padre Celestial. Es por eso mismo que Él pudo decirle a su discípulo, Felipe, “si me has visto, has visto al Padre.”

¿Por qué nuestro Padre Celestial nos envió a Jesús? Echale una mirada al final del versículo 18, “para que seamos primicias de su creación.” ¿Cuál es el significado de las primicias? En la Ley de Moisés, la ofrenda de las primicias se daba al comienzo de la cosecha de cebada para indicar que la cosecha completa estaba por venir. Aunque no tenemos tiempo para examinar esto detenidamente, por lo menos podemos hacer esta observación: cuando rendimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios y creemos en Jesucristo para la salvación eso es como una ofrenda de primicias. Es simplemente una muestra de la fecundidad que ahora brotará de nuestras vidas porque Cristo tiene el control de nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. La Naturaleza Divina ha sido plantada en nosotros y esa naturaleza producirá frutos.

Amigo mío, esta es nuestra única esperanza de superar la tentación. Al igual que El sapo y La Rana, ningún volumen de fuerza de voluntad nos dará la victoria sobre la tentación. Hay multitudes de personas que van a la iglesia y tratan de ser buenas, tratando de ejercer su fuerza de voluntad para ser aceptados por Dios. Pero eso no funcionará. Debemos darnos cuenta de que la única solución duradera a nuestro problema de pecado es aceptar el Verbo Encarnado, Jesucristo, como el único camino hacia el Padre. Cuando le damos permiso para lidiar con nuestro pecado en su raíz, en el centro de lo que somos, Su poder se convierte en nuestro poder para superar la tentación. Por lo tanto, la primera acción que debemos tomar para superar la tentación es aceptar el Verbo Encarnado.

Rechazar la palabra Inmoderada

Más adelante en esta epístola, Santiago pasa todo un capítulo tratando el tema de nuestro discurso. Aquí, lo menciona brevemente en el contexto de superar la tentación. Vamos a echarle una mirada más cercana.

Porque Dios es la fuente de toda luz; porque Él es el dador de todos los buenos dones; porque Él es inmutable; porque Él nos trajo a Su familia a través del sacrificio de Su Hijo; porque quiere Él que Sus adoptados den el fruto de Su naturaleza: a causa de todas estas cosas, quiere que rechacemos la palabra inmoderada, la palabra descontrolada, la palabra innecesaria e injuriosa. La única forma de hacerlo es siguiendo la prescripción que Él establece en estos versículos.

Primero, debemos ser rápidos para escuchar. La palabra griega, akouo, significa más que escuchar el sonido con la oreja. Significa comprender o entender con el objeto

de ser obediente. Luego, deberíamos dudar al momento de hablar. No sé acerca de ustedes, pero yo a menudo cambio el orden en esto. Tengo dudas al escuchar, pero soy rápido para hablar. Para superar la tentación, Santiago dice que tenemos que aprender a escuchar cuidadosamente antes de hablar.

Si ignoramos la secuencia dada aquí, ¿qué es lo que probablemente sucederá? Justo lo que Santiago nos dice, ¡una explosión de ira! Y según mi experiencia, la ira a menudo se expresa con palabras duras e hirientes. Cuando se violan nuestros derechos, cuando no se cumplen nuestras expectativas, cuando se ofende nuestro orgullo, cuando se pasa por alto nuestra contribución, cuando alguien más obtiene crédito por lo que hemos hecho; a menudo respondemos con palabras enojadas. Esas palabras de enojo ponen en movimiento una reacción de parte de los demás y las relaciones se dañan. Nuestra relación con Dios también se ve afectada.

En el versículo veinte, Santiago da la razón por la cual deberíamos rechazar la palabra inmoderada. Las pasiones desenfrenadas, expresadas mediante las palabras airadas de los hombres, no llevan a cabo la justicia que Dios quiere expresar a través de nosotros. El deseo de Dios es llevar a hombres y mujeres a una relación correcta con Él y con los demás. Las palabras condenatorias y enojadas tienen el potencial de alejar a las personas de Dios y del uno con el otro.

Para aquel quien habla enojado la única manera de vencer la tentación por medio de la gracia de Dios, escuche atentamente y hable solo después de haber evaluado lo que va a decir. A menudo, cuando me enojo, descubro que no me he

tomado el tiempo para reunir todos los datos. No me he tomado el tiempo para escuchar cuidadosamente y para luego considerar el impacto de mis palabras.

¿Por qué es tan importante que aprendamos a rechazar la palabra inmoderada? Por el hecho de que la forma como hablamos es simplemente una ventana a nuestra alma, Mateo capítulo 12, versículo 24, en el Nuevo Testamento, y si nuestro hablar no se controla, usted puede estar seguro de que hay áreas de la vida más serias que carecen de control. De hecho, Santiago señala esto en el versículo final de nuestro texto. Y eso nos lleva a la acción final en nuestra búsqueda para “Superar la Tentación.”

Recibir la Palabra Implantada

En el párrafo anterior, dije: “si nuestro hablar no se controla, usted puede estar seguro de que hay áreas de la vida más serias que carecen de control.” Observe el versículo veintiuno. Santiago nos aconseja desechar o dejar de lado toda inmundicia, La palabra inmundicia se usa en la Biblia en el contexto de la impureza moral. Las personas enojadas a menudo son personas inmorales. ¿Por qué? Porque no pueden o no quieren ejercer el autocontrol. Por lo tanto, lo primero que Santiago dice que debemos desechar es la impureza moral.

Luego dice: “la abundancia de malicia.” ¿Usted puede definir eso para mí? Esta frase, “la abundancia de malicia” se refiere a la fuente de la impureza moral. La abundancia significa un desbordamiento, un exceso. Y la malicia se refiere a nuestra depravación, nuestra naturaleza pecaminosa. Por lo tanto, podríamos parafrasear la

primera parte del versículo así. “Entonces, queridos hermanos míos, desechen toda forma de impureza moral y la desbordante depravación de la cual ella brota.”

Fíjese, inclusive después de que hayamos aceptado el Verbo Encarnado, todavía hay una batalla que se desata dentro de nosotros entre el espíritu y el alma. Santiago aborda ese conflicto en la última parte de este versículo. Él dice que debemos “recibir con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” Él no dice que eso salvará su espíritu. Eso ya ha sido redimido en virtud del hecho de que usted ha aceptado a Jesucristo como Salvador y Señor. Pero ahora, su alma debe ser redimida. Su mente, su voluntad y sus emociones deben ponerse bajo el control de Dios. Sus prácticas deben alinearse con su posición en Cristo.

Santiago nos dice cómo hacer eso, “recibid con mansedumbre la palabra implantada…” En los versículos 19 y 20, Santiago habla de palabras enojadas, pasiones descontroladas. Allí él habla de mansedumbre; de la fuerza bajo control. Debemos aceptar con mansedumbre con humildad, la Palabra implantada. La Palabra implantada es Cristo, Aquel quien ha venido a vivir en nuestros corazones por fe. Aquel quien quiere conformarnos a Su imagen en todos los sentidos. Fíjese en 2 Pedro capítulo 1, versículos del 2 al 4, en el Nuevo Testamento, “Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.”

Hay otro aspecto más de esta palabra implantada. Tenemos la responsabilidad de implantar las palabras de Dios, la Biblia, en nuestras mentes y en nuestros corazones. Jesús es nuestro ejemplo. ¿Cómo superó Él Su tentación? Él citó las Escrituras, y no simplemente cualquier parte de las Escrituras; sino los versículos específicos que trataban sobre el punto de la tentación. Nosotros también debemos ser capaces de hacer eso. Si no estamos implantando la Palabra de Dios en nuestras mentes, recibiéndola y aplicándola con mansedumbre, no tendremos éxito en superar la tentación.

Esto, hermanos y hermanas es el secreto para superar la tentación; para traer nuestra mente, voluntad y emociones bajo el control del Espíritu de Dios que vive dentro de nosotros.

Cuando aceptamos el Verbo Encarnado, a Jesucristo, entonces nuestro espíritu renace.

Cuando por Su gracia y el poder espiritual que Él da, rechazamos la Palabra Inmoderada, sabemos que Él está obrando en nosotros.

Y finalmente, cuando recibimos con mansedumbre la Palabra Implantada, superamos la tentación inclusive cuando nuestra mente, nuestra voluntad y nuestras emociones están siendo transformadas. “Gracias a Dios, quien nos da la victoria a través de nuestro Señor Jesucristo.”

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