Cuidado con lo que dice 3

hft spanish 2022
Hope for Today (Spanish)
Cuidado con lo que dice 3
Loading
/

Capítulo 9 Cuidado con lo que Dice

A medida que avanzamos nuestro estudio sobre el libro de Santiago, en el Nuevo Testamento, hoy pasaremos al capítulo tres. Este capítulo tiene que ver con la forma como usamos nuestra lengua; las palabras que decimos. En este momento, algunos de ustedes probablemente estén pensando, “oh no, ¿realmente debe hablar acerca de eso?” Sí, debo hablar. Fíjese en algo, ese es uno de los beneficios de la predicación expositiva, una enseñanza sistemática de la Palabra de Dios. Cuando comienzas en el principio de un libro de la Biblia y avanzas a través de él párrafo por párrafo, no puedes evitar los temas poco populares, desagradables o difíciles. Simplemente los tomas de la forma como vienen.

Jesús nos dio una idea de cuán importantes son nuestras palabras. En Mateo capítulo doce, versículos treinta y seis y treinta y siete, en el Nuevo Testamento, Él dijo: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” Si eres una persona promedio, pasas una quinta parte de tu vida hablando. Esas son muchas palabras; pero eso es lo que las estadísticas nos dicen. Si todas sus palabras se imprimieran, las palabras de un solo día llenarían un libro de cincuenta páginas. ¡En un año sus palabras llenarían noventa y un libros, cada libro de doscientas páginas! Ahora bien, ¿no crees que, entre todas esas palabras, habrá algunas que sean dichas a la ligera, con ira o con descuido? Sé que eso es cierto con mis palabras.

Probablemente usted ha escuchado a alguien decirle a otra persona; “Oye, cuidado con lo que dice.” Algunas veces, se dice en broma porque estás molestando a alguien sobre su edad, las canas, o algo gracioso que les ha pasado. Lo he escuchado en una situación en la cual los hombres impíos usaban palabras burdas o vulgares y una mujer o niños aparecieron en la escena. Alguien rápidamente le daría la advertencia, “cuidado con lo que dice.” Esa persona no quería exponer a las mujeres y a los niños a su lenguaje burdo. Desafortunadamente, muchos hombres hoy en día ya no se preocupan de quién escucha su lenguaje grosero.

Ahora espero que usted no use ese tipo de palabras. Pero inclusive si no lo hace, nuestro texto de hoy nos advierte como seguidores de Cristo. Esa es una prueba de que hay cosas que podemos decir que por lo menos son inapropiadas, y en el peor de los casos, bastante destructivas. Si pudiéramos resumir las instrucciones que dio Santiago en este pasaje, sería “Cuidado con lo Que Dice.”

Si es conveniente para usted, puede tomar su Biblia y buscar el capítulo tres de Santiago. Voy a leer los versículos del uno al seis. Eso está en el capítulo tres de Santiago, versículos del uno al seis.

  1. Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
  2. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
  3. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
  • Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
  • Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
  • Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.

Al mirar nuestro texto, descubrimos varias CLASES de palabras que nos ayudarán a prestar atención al consejo de Santiago: “Cuidado con lo Que Dice.”

Las Palabras de Sabiduría

Santiago introdujo palabras de sabiduría con una declaración interesante. Él dijo: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.” ¿Qué estaba tratando de decir? Vamos a pensar en esto por un momento. Jesús mismo le advirtió a Sus discípulos: “Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; (O maestro) porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.” Las palabras de Jesús nos dan una pista de lo que Santiago tenía en mente.

Un maestro está en una posición de dar información. Gran parte de esa información se transmite hablando. Entonces, un maestro, en virtud de su posición, probablemente hablará más que aquellas personas quienes no enseñan. ¡Más de cincuenta páginas por día! Y en Proverbio diez, versículo diecinueve, en el Antiguo Testamento, se nos recuerda que “En las muchas palabras no falta pecado; más el que refrena sus labios es prudente.” La versión Biblia de las Américas lo expresa de esta manera: “En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, más el que refrena sus labios es prudente.” En otras palabras, mientras más hablamos, es más probable que digamos algo que no deberíamos decir.

Estoy muy consciente de que la posición de influencia que Dios me ha dado me da una mayor responsabilidad ante Él. Voy a ser medido con un patrón más alto porque este acceso que tengo a través de la radio es capaz de influir en tanta gente. La oportunidad de enseñar la Palabra de Dios es un privilegio maravilloso, pero también es una tremenda responsabilidad. Le agradezco a usted quien envía sus comentarios y preguntas para hacerme responsable de decir la verdad con precisión y compasión.

En el versículo dos, Santiago nos recuerda que todos somos propensos al error, especialmente en las cosas que decimos. Con ese pensamiento fresco en la mente de sus lectores, él les da sus palabras de sabiduría divinamente inspiradas. Él declara que un cristiano quien es capaz de evitar el pecado regulando cuidadosamente su discurso debe ser considerado un hombre perfecto, un creyente maduro. No sin pecado, pero completamente comprometido a honrar a Dios en todas sus palabras y acciones. Un hombre como Job — “Varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.”

Varias veces recientemente, cuando he estado conversando con alguien, tuve la tentación de decir algo negativo sobre otra persona. Y sentí ese control en mi espíritu; “J. Mark, no necesitas decir eso.” Cuando siento eso, sé que es de parte del Señor. Lo que estaba pensando era cierto, pero ese no es el único criterio para decidir si debía hablar o no. Mis comentarios no beneficiarían a la persona con quien estaba hablando ni a la persona de quien estuve tentado de hablar. ¡Hablar la verdad con el deseo de herir a alguien todavía sigue siendo algo malo! Santiago dijo: si aprendo a obedecer a Dios cuando pone ese control en mis palabras, es más probable que obedezca ese control en mi espíritu en otras áreas del deseo.

¡Santiago nos dice que la persona que puede controlar su hablar también tendrá la capacidad de controlar otros deseos de su cuerpo! Esa es una declaración poderosa. Si usted está tan controlado por el Espíritu de Dios que puede abstenerse de pecar con sus palabras, entonces también es capaz, por el poder del Espíritu, de mantener sus otros deseos bajo control. ¡Yo temo que los cristianos del siglo XXI no se dan cuenta de la conexión existente entre los deseos físicos y las disciplinas espirituales! Creemos que podemos gratificar un deseo en exceso sin afectar otras áreas del deseo. Santiago dijo que no, que todos están conectados, y que la capacidad de controlar nuestra palabra se encuentra en la parte superior, o al menos cerca de la parte superior, de la lista.

Pablo nos recuerda en Colosenses capítulo cuatro, versículo seis, en el Nuevo Testamento, “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” Muéstrame una persona cuyas palabras sean corteses y amables y te mostraré una persona realmente calificada para enseñar a otros. Salomón escribió en Eclesiastés capítulo doce, versículo once, en el Antiguo Testamento; “Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.”

Un aguijón era un palo afilado que se utilizaba para punzar a los bueyes a fin de que hicieran su trabajo. Es una fuente de motivación. Las palabras sabias, habladas con gracia motivan el cambio en nuestras vidas. ¿Con qué frecuencia usted ha escuchado un mensaje, o a alguien quien comparte un testimonio y algo de lo dicho realmente remordió su conciencia? Es como decir, “¡Ay, eso realmente dolió.” En ese momento a usted le provocó tomar acciones. Entonces, Salomón dijo que las palabras sabias son como clavos usados por un constructor para unir cosas. Se colocan de la manera adecuada para asegurar las piezas juntas, con el fin de proporcionar un marco para el edificio. Las palabras sabias son como esos clavos; unen la verdad en nuestros corazones y nos dan un marco sobre el cual construir nuestras vidas.

La verdad que Santiago presenta en estos versículos es parte de ese marco de la verdad. Sus palabras de sabiduría deberían provocarnos a la acción. Así que cuidado con lo que dice, especialmente cuando observa la conexión entre controlar sus palabras y controlar sus otros deseos.

Las Palabras de Advertencia

En los versículos del tres al cinco, Santiago nos recuerda la posibilidad del mal uso de nuestras lenguas. Si simplemente comparamos el tamaño de nuestra lengua con otros miembros de nuestro cuerpo, no parece que fuera tan peligrosa. Santiago debió haberse dado cuenta de que aquellos quienes leerían su carta llegarían a la misma conclusión. Creo que fue por esa razón que nos dio las ilustraciones en los versículos tres y cuatro.

Piensa en un caballo; un animal grande y fuerte. Él es capaz de hacer muchas cosas con su fuerza y, al menos que ya haya sido entrenado para responder a las órdenes de voz, usted va a necesitar alguna manera de controlar toda esa energía, todo ese poder. Luego, piensa en el freno que se pone en la boca del caballo. Esa pequeña pieza de metal no es muy grande en comparación con el cuerpo del caballo, pero le envía un mensaje sobre quién tiene el control.

Y luego estaban los barcos. Los barcos en la época de Santiago eran bastante pequeños comparados con los de hoy. Por ejemplo, el Exxon Valdez que encalló en el estrecho de Prince William en la costa de Alaska, hace algunos años, se consideraba un barco tanquero mediano. Tenía más de doscientos noventa y cuatro metros de largo (Eso es más de tres campos de fútbol colocados de punta a punta), y más de cincuenta metros de ancho (Más de la mitad del ancho de un campo de fútbol). Pesaba treinta mil toneladas cuando estaba vacío. Y podría llevar un poco menos de millón y medio de barriles de petróleo.

Ahora bien, no podía averiguar exactamente cuál era el tamaño del timón en un barco de este tamaño. Pero, obviamente, era pequeño en comparación con el tamaño del barco en sí. Sin embargo, es el timón, controlado por el piloto o el timonel, el que dirige el barco. El capitán del Exxon Valdez podía controlar ese enorme barco por medio del timón. Pero evidentemente falló en hacerlo, el barco encalló, derramó parte de su carga y él fue condenado por negligencia. Aquí es difícil pasar por alto la analogía. Pero al igual que el capitán falló en controlar la nave por medio del timón, también nosotros podemos perder el control de nuestras vidas al permitir que nuestra lengua tome su propio rumbo.

Eso fue lo que Santiago dijo en el versículo cinco. Si piensas en la anatomía humana, nuestra lengua es pequeña en comparación con otras partes de nuestro cuerpo. Sin embargo, es probable que sea jactanciosa y arrogante. La palabra, jactanciosa, literalmente significa “hablar a lo grande.” De acuerdo con Adam Clarke, él ve aquí una referencia con los oradores griegos; aquellos quienes podían controlar las emociones y las acciones de una multitud, solo por medio del poder de sus palabras. Estos son síntomas de un corazón orgulloso y podemos estar seguros de que eventualmente nos causarán problemas. Nuestras palabras ponen en marcha un curso de acción que puede ser muy destructivo.

El versículo cinco cierra con la advertencia; “He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” Al igual que solo se necesita una chispa descuidada para desatar un gran incendio forestal, también solo se necesita una palabra descuidada para comenzar una gran llamarada de controversia y destrucción en nuestras relaciones humanas. Si vamos a tener éxito en tener una fe que funcione, debemos llevar estas palabras de advertencia al corazón, “cuidado con lo que dice.”

Las Palabras de Maldad

En este versículo final de nuestro texto, Santiago usó el recurso literario de la metáfora. Él dijo: “la lengua es un fuego…” Él no dijo que la lengua es como un fuego, sino que la lengua es un fuego. Esta es la comparación de dos temas aparentemente no relacionados y resalta algunas analogías poderosas. No tenemos tiempo para hacer eso en este momento, pero lo animo a meditar sobre esto más tarde. Piense en el fuego; sobre todos sus beneficios, pero también, sobre todos sus peligros. Luego, transfiera esas ideas a la lengua y piense en su impacto, positivo y negativo, sobre nuestras relaciones humanas.

Nuestro texto también nos dice que la lengua es un mundo de maldad. Qué significa eso? La palabra, mundo, o el cosmos significa una disposición ordenada, un sistema. Entonces la lengua tiene un diseño propio. Ese diseño es para promover la maldad. ¿Qué es la maldad? En lugar de darle a usted una definición del diccionario, vamos a ver cómo Jesús usó esta palabra.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Esto está en Mateo capítulo siete versículos del veintiuno al veintitrés.

Basado en las palabras de Jesús, ¿qué es la maldad? Ellos estaban haciendo buenas obras con la motivación equivocada. Debo admitir que algunas de las cosas que he dicho y hecho en mi vida, que se veían bien para otras personas, calificarían como maldad. Fui culpable de decir y hacer las cosas correctas por los motivos incorrectos. Solo las palabras y las obras de fe genuina, que surgen de motivos piadosos, serán recompensadas. Buenas palabras u obras hechas por razones egoístas serán quemadas.

La lengua es tan poderosa entre los miembros de nuestro cuerpo que tiene el potencial de afectar nuestro carácter, nuestra reputación, todo nuestro ser. Cuando éramos niños, aprendimos la rima, “los palos y las piedras pueden romper mis huesos pero las palabras nunca me harán daño.” Ahora sabemos, que eso no es verdad. Las palabras hieren y hieren profundamente. Las palabras duras y amargas son como un veneno que va al mismísimo centro de nuestro ser. Una palabra descuidada, como un rayo, puede revelar lo que realmente hay en nuestros corazones. Ese “rayo” puede crear un fuego tremendamente destructivo. Santiago dice que nuestras lenguas inician un fuego que incendia el curso de la naturaleza. Esta frase no es fácil de entender. Quizás una interpretación más literal sería: “le prende fuego a la rueda de la vida.”

Adam Clarke sugiere que esto puede ser una alusión a nuestro sistema circulatorio. Esto fue lo que dijo; “¿No es posible que Santiago tuviera la circulación de la sangre en mente? El lenguaje enojado o irritante tiene una influencia asombrosa en la circulación de la sangre: el corazón late fuete y rápido, la sangre viaja rápido a través de las arterias a las venas, a través de las venas al corazón, y del corazón de nuevo a las arterias, y así sucesivamente, un extraordinario grado de calor es generado al mismo tiempo, los ojos se vuelven más prominentes en sus cuencas, los vasos capilares se llenan de sangre; la cara se sonroja, y, en resumen, toda la rueda de la naturaleza es incendiada por el infierno. Ninguna descripción puede ser más natural que esta…” Estoy seguro de que todos hemos experimentado lo que Santiago estaba hablando.

Él cierra diciendo que la lengua está encendida por los fuegos del mismo infierno. En esto Santiago probablemente se refiere a Gehenna, o el valle de Hinón, fuera de Jerusalén, que era un basurero humeante. En la Biblia se usa metafóricamente para indicar el lugar o estado del castigo eterno. Es el mal ardiente que reside en el corazón de cada ser humano que es la fuente de esta maldad. Jesús dijo, “Porque de la abundancia del corazón habla la boca.”

Al considerar las instrucciones que Santiago nos da, tomemos en serio estas palabras de sabiduría; controle su lengua. Prestemos atención a sus palabras de advertencia; una palabra descuidada puede comenzar un fuego furioso. Vamos a darnos cuenta de la fuente de las palabras malvadas; ese mal ardiente que yace en nuestros corazones. Vamos a orar con el salmista: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con los que hacen iniquidad…” Haga que este sea su objetivo, por la gracia de Dios y la habilitación del Espíritu Santo para tener “Cuidado con lo que Dice.”

Receive Weekly Encouragement

Sign-up to get a sermon straight to your inbox on a weekly basis!