Capítulo 12 – ¿Está Usted Recibiendo lo que Quiere?

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Capítulo 12 - ¿Está Usted Recibiendo lo que Quiere?
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Capítulo 12 – ¿Está Usted Recibiendo lo que Quiere?

Nuestra cultura está impulsada en gran medida por una mentalidad consumista. La publicidad moderna se centra en nuestros deseos con frases como: “te mereces lo mejor, hazlo a tu manera, te lo debes a ti mismo.” Pero una de las cosas interesantes que observo es esto, sin importar lo que tengas, eso nunca alcanza para satisfacer. Siempre hay algo nuevo y mejor que se trae al mercado. Inclusive si obtienes lo que creías que querías, para cuando lo obtienes hay algo más nuevo o mejor. Las personas se conducen a la ruina financiera, emocional y espiritual tratando de obtener lo que creen que quieren.

El personaje de la radio, Paul Harvey una vez contó la historia de cómo los esquimales de antes mataban a un lobo. “Primero, el esquimal cubriría la hoja de su cuchillo con la sangre del animal y la dejaba congelar. Luego agregaba otra capa de sangre, y otra, hasta que la hoja quedaba completamente oculta por la sangre congelada. Después, el cazador aseguraba el mango de su cuchillo en el suelo con la hoja hacia arriba.

Cuando un lobo sigue su nariz sensible a la fuente del olor y descubre el cebo, lo lame, saboreando la sangre congelada. Empieza a lamer más rápido, más y más vigorosamente, lamiendo la hoja hasta que el borde agudo está expuesto. Entonces febrilmente, el lobo lame más y más la hoja en la noche ártica. Tan grande llega a ser su ansia de sangre que no nota el agudo aguijón de la hoja desnuda en su propia lengua, ni reconoce el momento en que su sed insaciable queda satisfecha con su PROPIA cálida sangre. ¡Su apetito carnívoro simplemente despierta más el ansía hasta que el alba lo encuentra muerto en la nieve!”

Solo la gracia de Dios nos aleja del destino del lobo. En nuestro texto de hoy, el capítulo cuatro de Santiago, versículos del uno al seis, en el Nuevo Testamento nos alerta sobre el peligro que nuestros apetitos sensuales nos ponen al frente. Ahora vamos a leer ese texto. Está en el capítulo cuatro de Santiago, versículos de uno al seis. Santiago capítulo 4, versículos del 1 al 6.

  1. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
  2. Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
  3. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
  4. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
  5. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
  6. Text Box: 2Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.

Nuestro texto ofrece tres OBSERVACIONES que nos ayudarán a determinar si lo que queremos es realmente lo mejor para nosotros.

La Distracción Carnal

Le recuerdo que el capítulo anterior cierra con una discusión sobre cómo la sabiduría divina trae la paz a la vida y a las relaciones del Creyente. ¡El capítulo cuatro comienza con las guerras y las peleas!

Entonces Santiago, plantea la pregunta obvia; ¿De dónde vienen las batallas y las conductas agresivas? Su pregunta a continuación es retórica. “¿No es cierto que este tipo de conducta surge de las lujurias que combaten una contra la otra en vuestro cuerpo?” La palabra lujuria se traduce de la palabra griega heno-don-ay. De esta palabra obtenemos en nuestra idioma la palabra hedonismo: el concepto de que el placer sensual es la razón principal de nuestra existencia humana. Esa es la cosmovisión prevaleciente en nuestra cultura de hoy.

Santiago les estaba escribiendo a los cristianos, así que debemos concluir que no somos inmunes a la atracción de los placeres carnales. Usted puede leer el capítulo siete de Romanos en el Nuevo Testamento para una mayor verificación de este asunto. Sería deshonesto si no admitiera que, para mí personalmente, esta es una lucha constante. Estoy seguro de que también lo es para usted. Pero, alabado sea Dios, usted y yo podemos salir victoriosos por medio de Su gracia. Hablaremos más acerca de esto más tarde.

La Biblia enseña que los humanos estamos hechos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Nuestro cuerpo es nuestra conexión con el mundo físico. Nuestro cuerpo funciona en gran medida en respuesta a nuestros cinco sentidos. Aprendemos muy rápido, inclusive, cuando somos bebés, cómo adquirir aquellas cosas que brindan placer a nuestros sentidos y cómo evitar el dolor. Sin embargo, no renunciaremos al conflicto si creemos que podemos lograr el placer. Tenemos deseos competitivos que luchan por la gratificación.

Como notamos hace unos momentos, el versículo uno comienza con imágenes del campo de batalla. ¿Cuál es el objetivo de un ejército en el campo de batalla? Es el dominio, el control. El enemigo debe ser expulsado del campo para que podamos asumir el control de su territorio. Pero a menudo encontramos en el proceso que hemos ganado más enemigos. Y precisamente con aquello que luchamos para asegurarnos a nosotros mismos, entonces esto llega a ser el medio de nuestra derrota.

“Reinaldo III, un duque del siglo XIV en lo que ahora es Bélgica, tenía un sobrepeso enorme. Después de una pelea violenta, el hermano menor de Reinaldo, Eduardo, dirigió una revuelta exitosa contra él. Eduardo capturó a Reinaldo pero no lo mató. En vez de eso construyó una habitación alrededor de Reinaldo en el castillo Nieuwkerk y le prometió que podría recuperar su título y propiedad tan pronto como fuera capaz de salir de la habitación.

Esto no habría sido difícil para la mayoría de la gente ya que la habitación tenía varias ventanas y una puerta de tamaño casi normal, y ninguna estaba cerrada con llave ni enrejada. El problema era el tamaño de Reinaldo. Para recuperar su libertad, necesitaba perder peso. Pero Eduardo conocía a su hermano mayor, y cada día le enviaba una variedad de comidas deliciosas. En lugar de hacer dieta para rebajar con el fin salir de prisión, Reinaldo engordó más.

Cuando acusaron al duque Eduardo de crueldad, él tenía una respuesta lista: “Mi hermano no es un prisionero. Él puede irse cuando él lo desee.” Reinaldo permaneció en esa habitación durante diez años y no fue liberado sino hasta después de que Eduardo murió en combate. Para entonces su salud estaba tan deteriorada que murió a la vuelta de una año…él fue un prisionero de su propio apetito.”

Fíjese en algo, Reinaldo quería su libertad física, pero el deseo de satisfacer sus papilas gustativas tenía un control mucho mayor. Había dos deseos en competencia y el más fuerte ganó. ¿Usted se da cuenta lo tonto que fue Reinaldo? Si él simplemente hubiera disciplinado su forma de alimentarse, podría haber sido libre en un tiempo bastante corto. Una vez libre, podría haber comido lo que quisiera. Al igual que él, nosotros podemos llegar a ser tan esclavos de nuestros apetitos carnales que ni siquiera podemos aceptar la incomodidad temporal para obtener ganancias a largo plazo.

Los primeros tres versículos de nuestro texto dejan una cosa muy clara; mientras más satisfacemos nuestros apetitos carnales, más exigentes llegan a ser. El hecho de satisfacer los deseos sensuales nunca puede traer satisfacción o realización duradera. ¿Por qué? Por el hecho de que estos deseos separados de las directrices de Dios para su uso y disfrute son solamente temporales. Ellos no tienen una dimensión eterna.

Debemos recordar que no son los deseos los que están equivocados. Dios nos dio nuestros cinco sentidos para ayudarnos no solamente a sobrevivir, sino a disfrutar la vida. Él nos hizo seres sexuales, hombres y mujeres. Él nos dio nuestras papilas gustativas para disfrutar de la comida que provee. Él nos dio ojos para disfrutar de la belleza física que ha colocado a nuestro alrededor. Pero cuando nos rehusamos a seguir las directrices de Dios, cuando no controlamos nuestros apetitos, ellos llegan a ser amos y nosotros llegamos a ser servidores de ellos. La lujuria es para nuestros apetitos físicos lo que el cáncer es para una célula normal.

Seguir nuestros deseos carnales solamente nos llevará a los tipos de comportamiento de los que habló Santiago. Una vez que nos entregamos al cumplimiento de estos deseos, y somos controlados por ellos, nos encontraremos alejándonos más de la satisfacción real. Los placeres carnales llegan a ser una distracción que nos alejará de Dios y de la satisfacción de las relaciones humanas. Muchas personas quienes están controladas por sus pasiones descubren que las mismas cosas que pensaban que les producirían satisfacción llegan a convertirse en el medio de su destrucción.

La Atracción Fatal

Quiero que notemos el lenguaje fuerte que Santiago usó en el versículo cuatro. Recuerde, que él les estaba escribiendo a los cristianos, sin embargo, él les dijo: “Oh almas adulteras…” ¡Vaya eso te hace sentar derechito y tomar nota, ¿verdad? ¿Qué es un adúltero o una adúltera? Es alguien quien ha dejado su primer amor. Alguien quien se ha sentido atraído por alguien más, por lo tanto abandona aquel amor con el cual

hizo un convenio de por vida. ¡Ha sido engañado y ha creído que lo que no tiene es mejor que lo que si tiene!

Eso es exactamente lo que sucede cuando un hijo de Dios llega a sentirse atraído por el mundo y se aleja de su relación de pacto con Jesucristo. Él o ella se convierten en culpable de adulterio espiritual. Y a menos que haya arrepentimiento y abandono del pecado, este puede llegar a ser una atracción fatal. Si usted cree que lo que dije es demasiado fuerte, simplemente lea el libro de Oseas, en el Antiguo testamento. Israel, el pueblo de Dios, había abandonado su relación de pacto con Él y estaba persiguiendo a otros dioses, a otras atracciones. Ellos abandonaron su relación con Dios para su propia destrucción.

Santiago, establece un principio muy importante en este versículo que haríamos bien en recordarlo. “Tener afición por las cosas del mundo me pone en oposición a Dios” Eso inmediatamente nos hace recordar las palabras del Apóstol Juan, en el Nuevo Testamento: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

¿Usted entendió lo que dijo Juan? Si alguien ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Jesús mismo estableció que “ningún hombre puede servir a dos amos.” Cuando una persona trata de servir a Cristo y amar al mundo al mismo tiempo, eventualmente, uno de los dos ganará. En mi corta vida, he visto esto una y otra vez.

Las personas que lo intentan generalmente terminan eligiendo el camino del mundo y se cansan espiritualmente. Y esas personas, que mantienen una apariencia de religiosidad, aquellas quienes más se expresan cuando se hace alguna sugerencia de que la salvación genuina hace una diferencia en la forma en que debemos vivir.

El versículo termina con esta afirmación: “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” Las palabras, que quiera ser,están en el tiempo presente infinitivo. ¡Esto demuestra que la acción es continua o repetida, pero no especifica cuándo la acción tiene lugar, pero el significado está claro! Aquellos que continuamente siguen los caminos del mundo son considerados los enemigos de Dios. Las decisiones que toman prueban más allá de la sombra de duda qué o a quién verdaderamente aman.

Demasiados cristianos profesantes están persiguiendo esa atracción fatal. Ven las mismas películas, escuchan la misma música, leen los mismos libros, viven en inmoralidad y persiguen la riqueza material al igual que sus vecinos no cristianos. Pueden asistir a la iglesia con regularidad, pero inclusive allí, muchos nunca escuchan nada acerca de cómo el hecho de seguir a Jesús significa llevar una cruz y ser discipulado. Van porque se emocionan mucho espiritualmente con la música y les hace cosquillas en los oídos escuchar un evangelio que los hace sentirse bien consigo mismos. Muchos no se dan cuenta, y a muchos no parece importarles, que jugar con la sensualidad conducirá a la muerte espiritual, y tal vez a la muerte física.

Al igual que el lobo que mencioné al comienzo de este mensaje, en su prisa por satisfacer sus deseos sensuales, no comprenden esa atracción fatal hacia las cosas del mundo.

La Satisfacción Mutua

Los últimos versículos de nuestro texto nos dan algunas instrucciones positivas. Santiago nos recuerda que Dios vela por nuestra relación con Él con celos sagrados. En Éxodo veinte, versículo cinco, en el Antiguo Testamento, Dios dijo estas palabras: “Porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso.” Dios quiere nuestro primer amor, nuestro amor indivisible. Es interesante que la palabra que se traduce como deseo, en el versículo cinco se usa quince veces en otras Escrituras y cada vez se usa en sentido positivo. Entonces creo que tenemos suficiente base para ver este deseo de una manera positiva.

Bill Gothard habla de un joven esposo quien, poco tiempo después de casarse, decidió llevar a su nueva esposa a un restaurante caro. Después de que se sentaron, una joven y atractiva mesonera se acercó a su mesa. El esposo la miró con evidente deleite, entablando unos momentos de conversación amistosa y luego pidió su comida.

Cuando la mesonera se alejó, el feliz esposo volvió la mirada hacia su esposa. Él se sorprendió por la mirada herida en el rostro de ella. Entonces él le preguntó, cariño, ¿qué sucede? Ella dijo: Vi tus ojos iluminarse cuando miraste a la mesonera. ¡Eso me hirió!

Entonces él se sintió confundido. Pero… ¿por qué debería herirte eso? Solo estaba tratando de ser amigable. Como usted se puede imaginar, eso hizo poco para consolar a su esposa. Ella estaba herida por el deleite que él había mostrado en otra mujer. ¿No había sido solo hace unos días cuando él había jurado ante Dios que “abandonaría a todos los demás” la amaría y apreciaría con todo su corazón?

Más tarde, en una sesión de asesoría matrimonial, el Sr. Gothard dijo: “Me di cuenta de que así como una esposa mira los ojos de su esposo cuando hay otra mujer presente, así también el Espíritu del Señor mira los ojos de nuestros corazones cuando una atracción mundana viene ante nosotros. Si nuestros ojos se iluminan con deleite lujurioso, Su Espíritu se aflige.” Esa es la verdad del versículo cinco; el Espíritu Santo dentro de nosotros anhela celosamente nuestro afecto indivisible.

El versículo seis comienza con la palabra “pero.” Eso establece una comparación. En nuestra humanidad, tenemos una propensión a ser atraídos por las cosas mundanas que no satisfacen. Sin embargo, el Espíritu de Dios que vive en nosotros conoce nuestra debilidad. Él sabe cuán fácilmente nos atraen las cosas del mundo. Entonces, él nos da más gracia. ¿Y qué es la gracia? “El deseo y el poder de hacer lo que sé que es correcto.” La única forma en que tendremos una relación satisfactoria con el Señor es cuando aprendemos cómo encontrar nuestro deleite total en Él. Y aunque nuestros intentos de amarlo de esa manera van a ser imperfectos, la promesa de Su gracia es suficiente.

El versículo se cierra diciendo: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” En la ilustración anterior de la pareja de recién casados, no sé lo que hizo el

esposo con la información que su esposa compartió con él. ¡Pero sí sé esto! Si él demostró un espíritu de orgullo y se justificó a sí mismo, la relación no mejoró. Pero si estuvo dispuesto a humillarse y tratar de ver la situación desde la perspectiva de su esposa, hubo un crecimiento en esa relación. Cuando somos sensibles a las necesidades de nuestro cónyuge, inclusive cuando eso significa limitar voluntariamente nuestra libertad, experimentaremos una relación que es mutuamente satisfactoria.

Mi amigo, lo mismo es cierto en nuestra relación con el Señor. ¿Estamos usted y yo dispuestos a vivir de tal manera que demostremos nuestro deleite en el Señor? Estamos, en cierto sentido, casados con Él en una relación de pacto, unidos por el sacrificio de Cristo y sellados con el Espíritu Santo de la promesa. Tenemos que tomar una decisión. ¿Amaremos al Señor con devoción indivisible y recibiremos Sus bendiciones? ¿O nos deleitaremos en esos deseos sensuales que compiten por nuestra atención y experimentan Su disciplina?

Cada uno de nosotros debe buscar en nuestros corazones para identificar y rechazar cualquier afecto que compita por la lealtad que solo le pertenece a Dios. Juntos, propongámonos nuevamente amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y pedirle la gracia para hacerlo. Entonces, y solo entonces obtendremos realmente lo que queremos.

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