El desánimo; no es algo de lo que nos gusta hablar o algo que nos guste experimentar. Pero todos nosotros enfrentamos el desánimo en nuestras vidas en un momento u otro. Parece que hay un número infinito de cosas que pueden salir mal para nosotros. Aquellos quienes pensamos que eran nuestros amigos pueden volverse en contra nuestra. Eso realmente duele. Enfrentamos enfermedades, dolencias y la muerte. Los planes que tan cuidadosamente hicimos se desmoronan y nuestras expectativas se rompen irreparablemente. La desgracia nos acecha y nuestras finanzas desaparecen en un agujero negro. No necesito continuar con esa lista desalentadora, ¿verdad?
En nuestro mensaje anterior titulado “Se acerca el día de pago,” observamos cómo los malvados oprimen a los pobres, aprovechándose para su propio beneficio personal. En los primeros cinco versículos del capítulo 5 de Santiago en el Nuevo Testamento, vimos las advertencias que Dios le dio a los ricos. En sus vidas de tranquilidad y placer olvidaron que llegaría un día de ajuste de cuentas.
En los versículos del siete al doce, Dios le habló a aquellos que estaban siendo oprimidos. Tú y yo sabemos que cuando las cosas no van de la manera que queremos, es fácil desanimarse. Nuestra visión parece reducirse al punto donde todo lo que podemos ver es la punta de nuestra nariz. También olvidamos fácilmente que hay algo más en la vida que nuestras circunstancias actuales. Dottie Rambo sabía de qué estaba hablando cuando escribió estas palabras en una de sus canciones; “Bueno, no puedo ver el sol con mi cabeza en el suelo, Las lágrimas atenúan mi visión y pesan en
mi corazón. Pero he encontrado el secreto, cuando me arrodillo a orar, cuando levanto mi cabeza y Él levanta mi corazón, entonces mis problemas desaparecen.”
En nuestro texto de hoy, Santiago tenía un mensaje para aquellos que estaban desanimados. Es también un mensaje para nosotros. Ese mensaje forma la base del título del estudio de hoy, “Levante su cabeza.”
De nuevo, nuestro texto está en el capítulo cinco de Santiago, versículos del siete al doce. Santiago capítulo 5, versículos del 7 al 12.
- Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
- Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.
- Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
- Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
- He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
En nuestro texto, Santiago proporciona tres PALABRAS de ánimo que ayudarán a levantar la cabeza.
12. Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación
No se desanimen (Versículos 7 y 8)
El Dr. Joseph Stowell, en su libro, “Aviva la llama,” da esta definición para el uso bíblico de la palabra corazón. “El termino corazón se usa en las Escrituras como el término más completo para la persona auténtica. Es la parte de nuestro ser donde deseamos, deliberamos y decidimos. Se ha descrito como “el lugar de la actividad espiritual consciente y decisiva,” “es el término comprensivo para una persona como un todo; sus sentimientos, deseos, pasiones, pensamiento, comprensión y voluntad,” y “el centro de una persona. El lugar al cual Dios gira.”
En el versículo seis de este capítulo, Santiago acababa de hablar sobre cómo los ricos oprimían a los pobres, cómo ellos, los ricos, controlaban todas las palancas del poder. Tenían toda la influencia. Según el capítulo dos, versículo seis, los ricos arrastraban a los pobres a la corte y arrastraban su digno nombre a través del barro. Los pobres no tenían a nadie para defender su causa. Ellos eran injustamente condenados y ejecutados. ¡Ciertamente no necesitamos preguntarnos por qué se sentían desanimados!
Pero aquí hay una palabra de aliento que va más allá de las circunstancias y en el centro mismo de su ser; tenga paciencia. Inclusive después de todo el dolor, toda la angustia, toda la injusticia que ha experimentado, no se desanime. ¡Manténgase aferrado ahí! Porque, como dice el versículo cuatro, “Y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos,” y él viene en persona para traer alivio y defender su buen nombre. ¡Oh, qué palabra de aliento!
Para ilustrar su punto de vista, Santiago utilizó una palabra que ellos podrían entender claramente. Ellos entendían la necesidad de todo el ciclo de la temporada del crecimiento de la cosecha. Ellos sabían que había mucho tiempo entre la siembra y la cosecha. Ellos conocían el trabajo agotador que era necesario en cada parte del proceso. Y ellos conocían el tedio de esperar impotentemente que la naturaleza hiciera su parte en el proceso.
Y luego, Santiago hizo una comparación interesante. El agricultor del este esperaba la lluvia temprana, en el otoño del año, para regar las semillas recién plantadas. El trigo y la cebada eran cultivos de invierno. Seguía la temporada de crecimiento y, a medida que la cosecha maduraba, a medida que las semillas de grano se iban agrandando, llegaban las lluvias de la primavera justo antes de la cosecha. Esas lluvias eran parte de la promesa de Dios para Israel, eso está declarado en Deuteronomio capítulo once, versículo catorce, en el Antiguo Testamento. Aquí, Santiago relacionó las lluvias tempranas y tardías con la venida del Señor. Y les dijo a aquellos que estaban siendo oprimidos: así como el granjero espera pacientemente las lluvias, debe esperar pacientemente, porque la venida del Señor se cerca.
Los apóstoles entendieron que el día de Pentecostés fue la “lluvia temprana”. Dios derramó Su Espíritu sobre las semillas recién plantadas con el mensaje del Evangelio. Ahora, Santiago estaba exhortando a sus lectores a ser pacientes y a esperar la lluvia tardía, ese derramamiento acerca del cual hablaron el profeta Joel y los otros profetas. ¿Estamos en ese momento de lluvia tardía hoy en día? El Espíritu de Dios está avanzando de una manera sin precedentes, no tanto aquí en el mundo occidental, sino en otras partes del mundo. La China, la India, el mundo musulmán, todos informan que la iglesia está creciendo a pasos agigantados. El “evangelio del reino” está siendo llevado a todos los pueblos. ¡Ciertamente, el tiempo de la cosecha está cerca!
Junto con estos eventos que tienen lugar en otras partes del mundo, vemos una creciente frialdad espiritual en la vida de muchos cristianos profesantes en el mundo occidental. Jesús nos dijo que sería así en Mateo capítulo veinticuatro, en el Nuevo Testamento. La gente se estaba “desanimando.” Aquellos que fueron fieles por muchos años, ahora estaban dejando ir la verdad y siguiendo, de acuerdo con la terminología utilizada por el Apóstol Pedro, “fábulas ingeniosamente inventadas.” Se habían cansado de la batalla constante contra Satanás, el pecado y el yo y se estaban rindiendo a la fatiga. Pero Santiago nos exhorta: “afirmad vuestros corazones,” mantengan la fe, esperen ahí. El tiempo de cosecha se acerca. La venida del Señor está cerca, y entonces serán recompensados.
No pierdan la esperanza (Versículos del 9 al 11)
Aquí en los versículos del nueve al once de nuestro texto, Santiago alienta a sus lectores diciendo: “no pierdan la esperanza.” La esperanza es una parte tan importante de la vida. A menudo decimos: “mientras hay vida, hay esperanza.” Recuerdo el hermano Yoder diciéndome que conoció una vez a un judío quien le dijo: “ustedes saben, nosotros los judíos tenemos una manera diferente de expresar esa máxima. Decimos, ‘mientras hay esperanza, hay vida.'” Ese judío tenía razón, porque la ausencia de esperanza es desesperación. Y las personas que sucumben a la desesperación no le ven sentido al hecho de seguir viviendo. La muerte parece ser la única opción para aliviar su miseria.
Observe cómo Santiago comienza esta sección. Él dice: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados.” ¿No es cierto que cuando la presión sigue y no vemos una salida, a menudo buscamos a alguien más a quien echarle la culpa? Allí estaban aquellos quienes sufrían la injusticia a manos de los ricos y Santiago les advirtió que no respondieran de la misma manera; a aquellos quienes los oprimieron, u oprimieron a sus compañeros en sufrimiento. Responder de esa manera sería una indicación de que habían perdido la esperanza de una liberación futura. Y recuerde, Santiago dijo, el juez, Jesucristo está parado en la puerta. En otras palabras, Él está a punto de venir y arreglar las cosas.
. Es nuestra naturaleza humana, que cuando nos encontramos en circunstancias difíciles, creemos que no hay escapatoria. Lea los salmos y verá cómo David y los otros escritores de salmos expresaron ese sentimiento de desesperanza. Dios parece estar fuera de contacto, inalcanzable, y mis problemas están a punto de llevarme a la ruina. En esos momentos, debemos recordar los tratos pasados de Dios con nosotros y con los demás.
Suponga que a usted le dieran un mensaje urgente para un grupo particular de personas, un mensaje de vida o muerte. La persona quien lo envió con el mensaje destacó la importancia de este. Luego, justo antes de que fuera a entregar el mensaje, le dijeron: “entregue el mensaje, pero la gente no lo recibirá, ellos no te escucharán.” Santiago les recuerda a sus lectores de los profetas de Israel, la forma cómo sufrieron simplemente porque comunicaron la palabra del Señor. A Isaías y Jeremías se les dijo al comienzo de su ministerio que la gente no escucharía el mensaje que tenían que entregar. Esa no es una forma muy buena de comenzar, ¿verdad?
Sin embargo, Santiago dijo, imiten el ejemplo de los profetas. A pesar de que comenzaron pegados contra la pared, ellos no perdieron la esperanza. Ellos entendieron la verdad sobre la cual el Apóstol Pablo escribió más tarde en el capítulo cinco de Romanos, en el Nuevo Testamento, cuando dijo: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; (La esperanza no defrauda; ni trae desgracia) porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
Aquellos cuya esperanza les permite soportar hasta el final son considerados bienaventurados, tal como lo dice el versículo once. Santiago parece hacerse eco de las palabras de Jesús en Mateo capítulo cinco, versículos once y doce. Y aquí, él presenta la última ilustración bíblica de la resistencia; el hombre justo, Job en el Antiguo Testamento. Si alguna vez alguien pareció haber sido tratado injustamente fue ese hombre. Por la confesión de nada menos que el Dios Todopoderoso, allí había un hombre moralmente intachable y recto. Y sin embargo, parecía, y no pretendo ser irreligioso, Job se convirtió en un peón en el juego de ajedrez cósmico entre Dios y Satanás. Todo lo que Job tenía le fue quitado; posesiones, la familia, la salud y más. Su propia esposa, quien debería haber sido la más capacitada para apoyarlo, le dijo: “Maldice a Dios, y muérete.”
Sin embargo, Job no se dio por vencido. Él no siguió el consejo de su esposa. ¿Por qué no lo siguió? Job capítulo catorce, versículos del trece al quince nos dicen: “Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira, Que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos.” Job tenía esperanza porque el juez justo eventualmente iba a venir por él.
Hay algo más en este versículo que no quiero que se lo pierda. Santiago dijo: “Y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.” ¿Qué quiso decir cuando dijo “el fin del Señor”? La palabra fin es “telos.” Esta palabra significa la meta o el propósito que Dios tiene en mente. No es, como a menudo usamos la palabra fin, dándole el significado como el punto de terminación. La meta de Dios en todo lo que Job sufrió fue acercar a Job a Sí Mismo y aumentar su riqueza; espiritual y materialmente.
Satanás, el otro jugador importante en este escena de teatro cósmico, tenía diseños completamente opuestos. Él quería llevar a Job a la desesperación, llevarlo a la ruina financiera, física y espiritual: hasta el punto de que él blasfemara contra Dios. Pero Job tenía esperanza. Inclusive en los momentos más oscuros de su sufrimiento cuando estaba desesperado de la vida misma, todavía tenía esperanza en Dios hasta el punto de poder decir: “Aunque él me matare, en él esperaré…”
Santiago le recodó a sus lectores y nos recuerda a nosotros también, que en nuestro sufrimiento, el objetivo de Dios es bendecirnos de maneras que no podemos ver en este momento. ¡Pero para experimentar esas bendiciones, no debemos perder la esperanza!
No pierda el honor (Versículo 12)
Al mirar este último versículo de nuestro texto, usted puede estar preguntándose dónde veo el concepto de honor. Santiago les advierte a sus lectores sobre el peligro de usar un juramento para establecer la confiabilidad de su palabra. Y luego dice, “para que no caigas en condenación.” Ahora bien, a primera vista, podríamos pensar que esto significa que nosotros mismos caeremos en juicio. Pero eso no es lo que transmite esta palabra. Esto literalmente significa, la actuación de un jugador teatral, o alguien quien pretende ser algo que no es. En nuestro uso común del idioma, llamamos a
alguien así, un hipócrita. Y ese es su significado aquí.
La hipocresía es la antítesis del honor. No se puede confiar en un hipócrita, no se le puede tomar por su palabra; un hombre honorable puede tomarse por su palabra. Uno nunca está realmente seguro sobre los motivos de un hipócrita. Un hombre honorable tiene motivos transparentes. ¿Usted ve lo que quiero decir?
Ahora bien, ¿cómo encaja esto con nuestras palabras de aliento a los oprimidos? Encaja de esta manera. Y voy a usar las palabras de Jesús mismo en Mateo capítulo veinticuatro. “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.”
No tenemos tiempo para entrar en una larga conversación sobre el uso judío de los juramentos durante ese momento en la historia. Es suficiente decir que tenían toda una gama de juramentos y, dependiendo de cuál usaban, entonces eso indicaba cuán probable ellos iban a mantener su palabra. De hecho, Jesús los reprendió explícitamente por esto en el capítulo cinco de Mateo. Sus juramentos eran como nuestras acciones infantiles cuando le hacíamos una promesa a alguien pero teníamos los dedos cruzados a nuestras espaldas. No teníamos intención de cumplir esa promesa. Solamente queríamos agradar a quien le estábamos haciendo la promesa con las palabras que quería él escuchar.
Como dije antes, cuando la presión es implacable, siempre existe la tendencia a desquitar nuestra frustración con los demás. Santiago dio una fuerte advertencia contra esto. De hecho, él comienza el versículo doce diciendo, “Pero sobre todo…” En la primera prioridad, antes de las otras cosas que he dicho, no use un juramento para demostrar su sinceridad, o puede caer en la hipocresía. Usted perderá su integridad y su honor.
Como cristiano, siempre estarás entre la “clase baja” ante los ojos del mundo. Jesús dijo que así sería. Ellos lo odiaron, y odiarán a Sus seguidores. Pero nosotros queremos intentar y encontrar una forma diferente. Entonces estamos tentados a hacer pequeños compromisos con el mundo, pensando que ellos nos aceptarán. ¿Usted se encuentra haciendo cosas y diciendo cosas para salir adelante financieramente? ¿Para ser aceptado por una cierta agrupación social? Santiago nos anima; no haga eso. Sea genuino. Recuerde, las recompensas finales no llegan en esta vida. Entonces sea sincero. Sea una persona de integridad. Deje que todos sepan dónde está parado. Diga la verdad, pero dígala con amor.
Hermano o hermana, no se desanimen. No se desanimen, no pierdan la esperanza, y sobre todo, sean genuinos y no pierdan su honor. Levanten la cabeza, tengan paciencia, la venida del Señor se acerca.