Capítulo 13 – El Camino al Honor
Cuando viajo a un lugar en el que nunca he estado antes, a menudo voy al sitio en la red de Rand McNally o MapQuest para obtener instrucciones. Solicito direcciones ingresando mi punto de partida y destino y el programa busca la mejor ruta para mí. También me proporciona el kilometraje real y una estimación de cuánto tiempo me llevará recorrer esa distancia.
Junto con las instrucciones, puedo elegir varias opciones: la ruta más corta, la ruta más rápida, (No siempre son las mismas) los mapas generales, los mapas paso a paso y más. ¿Por qué le estoy diciendo esto? Solamente para recordarle que, cualquiera que sea el lugar al cual viajemos, existen múltiples formas de llegar allí.
Nos gustan las opciones, las opciones múltiples. Pero existe el peligro, de llegar a acostumbrarnos a esas opciones, de transferir esa forma de pensar hacia los asuntos espirituales. Hay una percepción común en nuestra cultura, e inclusive en la religión organizada, de que existe una variedad de caminos que uno puede tomar para encontrar la aceptación de Dios. Aquellos de nosotros que aceptamos la Biblia como la Palabra de Dios, sabemos que solo hay UN camino a Dios y ese es a través de Su Hijo, Jesucristo.
En el estudio de hoy veremos otro tema que a menudo es malinterpretado; el honor. Nuestra cultura tiene una definición diferente para esta palabra de la que tenemos nosotros los cristianos. Al menos, tienen una perspectiva diferente de cómo alcanzamos el honor. Esa perspectiva tiene una influencia sobre nosotros.
Nuestro texto para hoy está en Santiago, capítulo cuatro, versículos del siete al doce, en el Nuevo Testamento. De acuerdo con nuestra ilustración de apertura y en armonía con el texto, titulé este mensaje con el nombre de “El Camino al Honor.” Estos versículos, que se encuentran en el capítulo cuatro de Santiago, los versículos del siete al doce nos dan las instrucciones. Santiago capítulo 4, versículos del 7 al 12.
- Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
- Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
- Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
- Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.
12. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
A medida que viajamos por las carreteras de nuestro país, los avisos al costado de la carretera o suspendidos por arriba de nosotros nos dan dirección para nuestro
viaje. Reflexionando sobre este texto, observamos varias SEÑALES que nos dirigen a lo largo de “El Camino al Honor.”
Ceder el Paso
El aviso triangular amarillo con la palabra, CEDER EL PASO, o el símbolo que significa eso es muy conocido para cualquiera que haya viajado alguna vez por una autopista de cuatro canales. Parece que muchos conductores no saben lo que significa esa señal, o al menos no saben cómo obedecerla. Pero ese no es nuestro tema.
Ceder el paso no es un concepto popular en nuestra sociedad contemporánea. Tengo suficiente edad como para notar cómo los cambios en nuestra cultura han causado cambios en nuestros hábitos de manejo. Un aviso de ceder el paso en una rampa de acceso una vez significaba que usted ajustaría su velocidad para facilitar el flujo de tráfico que ya estaba en la carretera. Hoy en día, muchos conductores esperan que aquellos que ya están en el flujo de tráfico se ajusten a ellos. He recibido más de una “mirada de reproche” por mantener mi velocidad y la posición en mi canal al pasar por una rampa de acceso.
Santiago nos inicia en el camino al honor con este concepto: de ceder el paso. En realidad, él usó la palabra someter, una palabra aún más desagradable que la palabra, ceder el paso. “Someteos, pues, a Dios.” Fíjese en la palabra, porque ella nos lleva al versículo anterior que dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Resistirse a Él es una propuesta perdedora. Someterse a Dios significa que le damos paso a Su control. Obedecemos Sus mandamientos. Hacemos que nuestros deseos estén subordinados a los Suyos. Encontramos el éxito aprendiendo Sus deseos y haciendo el mejor esfuerzo para cumplirlos.
Ahora bien, ciertamente esa no es la fórmula que nuestra cultura aprobaría para viajar por el camino del honor. No, su camino se encuentra en los versículos sobre los cuales hablamos la semana pasada; empujar, atropellar, pasar sobre la gente, luchar para llegar a la cima! Y desafortunadamente, es el camino que utilizan muchos de aquellos quienes profesan el cristianismo. De nuevo, le recuerdo que Santiago les estaba escribiendo esa carta a los cristianos.
¿Por qué es que nos resulta difícil someternos a Dios y fácil seguir la práctica cultural para ponernos adelante en el camino correcto? En primer lugar, es nuestra naturaleza; nuestra naturaleza carnal y corporal, eso es lo que quiero decir. Simplemente por el hecho de haber recibido el perdón de nuestros pecados a través de la sangre de Jesucristo, nuestros hábitos carnales y nuestras formas de pensar no desaparecen como las hojas de otoño. Aprender a cederle el paso a Dios y aceptar el Señorío de Cristo, es un proceso.
Es por esa razón que necesitamos la segunda parte de este versículo, “resistid al diablo, y huirá de vosotros.” Satanás sabe cómo apelar a nuestros deseos carnales. Someter y resistir son ambos verbos. Son palabras de acción. Ninguno de ellos es fácil o natural a menos que los invirtamos. En nuestra caída, nos resulta fácil resistir los mandamientos de Dios y cederle el paso a las tentaciones de Satanás. Pero Santiago nos dice que debe ser al revés. En mi experiencia, eso requiere trabajo. Y ese trabajo es una expresión de la autenticidad de mi fe y la suya.
Nuestra dificultad es aún más complicada porque no tenemos una comprensión adecuada de lo que realmente es el honor. Nuestros diccionarios definen el honor como un buen nombre o reputación; uno cuyo valor trae respeto o fama; una persona de una verticalidad superior. Todos esto tiene la idea de que si simplemente empujamos a nuestra manera para llegar a la cima de la escalera económica, corporativa o social, entonces tendremos honor.
¿Pero usted sabe que el camino para honrar a la Biblia está establecido para los seguidores de Cristo? Proverbios capítulo 18, versículo 12, en al Antiguo Testamento nos dice: “Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento.” Los discípulos de Jesús discutieron una vez acerca de quién recibiría el puesto de honor. ¿Usted recuerda lo que Él les dijo? Él les dijo lo siguiente “… el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su ministro; y cualquiera que sea el principal entre ustedes, que sea su servidor: así como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para ministrar, y para dar su vida en rescate por muchos,” Mateo capítulo 20, versículos del 26 al 28, en el Nuevo Testamento.
Un sirviente no tiene su propia agenda. Su deseo es determinar lo que su amo quiere y luego usar todas sus energías para lograrlo. Si vamos a hacer algún progreso a lo largo del camino hacia el honor, la primera señal que usted tendrá que obedecer es la orden de ceder el paso; cederle el paso a Dios.
Incorporarse
Este aviso está estrechamente relacionado con el primero. Usted los verá a ambos especialmente en el área de las rampas de acceso. Los trabajos de construcción en las autopistas de cuatro canales a menudo se anuncian con letreros electrónicos grandes que muestran una advertencia. Cuando hay cierres de canales, el aviso mostrará un mensaje como este “utilice ambos canales hasta incorpórese en uno.” Cuando usted se acercas al canal, hay otro aviso que dice; “incorpórese aquí, espere su turno.” Para incorporarse o unirse al flujo de tráfico, usted debe saber cómo ceder el paso.
Santiago lo dice de esta manera: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” Aquí es donde encontramos el aviso para emerger. Incorporarse significa unir una cosa con otra. Incorporarse significa que usted ya no está fuera de la corriente principal. Uste es ahora parte de ese grupo más grande. En el mundo corporativo cuando se incorporan varias empresas en una alianza, generalmente una de las empresas “cede el paso” o renuncia a su identidad. Las dos entidades llegan a ser una y se conocen por un solo nombre.
¿Cómo funciona este concepto de incorporarse a medida que seguimos el camino hacia el honor? La segunda parte del versículo ocho proporciona aplicaciones prácticas que comienzan con la limpieza. Por el hecho de que Santiago les estaba escribiendo a los cristianos, no creo que la limpieza de la salvación esté aquí a la vista. Eso ya ha sucedido. Este es el tipo de limpieza de la que habló Jesús cuando le dijo a Pedro: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio…” Es la limpieza continua de la sangre de Cristo la que nos permite tener comunión
continua con Dios. 1 Juan capítulo 1 versículo 9, en el Nuevo Testamento, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.“
Y esa limpieza menciona específicamente las manos. “Pecadores, limpiad las manos.” ¿Para qué son las manos? Si usted busca la palabra, “manos” en el diccionario griego de Strong, menciona la idea de vacío, de aferramiento. Es verdad; nosotros usamos nuestras manos para agarrar. Pero nuestras manos no se controlan a sí mismas; ellas están controlados por nuestra mente, nuestra voluntad. Veo en este orden una referencia a nuestros motivos. Si realmente vamos a ser uno con nuestro Señor, a incorporarnos con Él en el camino hacia el honor, tenemos que alinear nuestros motivos con los de Él.
El salmista lo dice muy bien en el Salmo 24, versículos del 3 al 5, ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación.” ¡Oh, amigo mío si usted habla acerca del honor; ese es el tipo de honor que quiero!
La parte final del versículo ocho dice, “Y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” Si queremos incorporarnos con Cristo en el camino hacia el honor, tenemos que deshacernos de esas cosas que nos hacen tener una lealtad dividida. Cuando Elías enfrentó a los hijos de Israel y a los profetas de Baal en el Monte Carmelo, dijo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” Ellos
estaban tratando de lograrlo de las dos maneras, sirviéndole a Dios y sirviéndole a Baal.
Ahí es donde muchos de aquellos quienes profesan el cristianismo se encuentran hoy en día. Son de doble ánimo, tratando de servirle a Cristo y al mismo tiempo seguir el mundo. Eso no funcionará. Santiago dijo que si nos vamos a incorporarnos con nuestro Señor y Salvador, tenemos que salir de la cerca y permitir que su Espíritu limpie la basura mundana en el centro de lo que somos. Tenemos que establecer nuestros planes y adaptarnos a Sus planes para con nosotros. Si no lo hacemos, ¡nos encontraremos de nuevo en los primeros cuatro versículos de este capítulo!
Girar en U
Probablemente usted haya notado mientras está manejando que se encuentra con más avisos que dicen “No girar en U” de los que dicen “Giros en U permitidos,” pero ellos si están ahí afuera. Quizás usted esté pensando, “J. Mark, ¿dónde ves giros en U en este texto? Échele una mirada a los versículos nueve y diez. ¿Qué le recuerdan las acciones enumeradas en el versículo nueve? ¿Cómo llama usted al hecho de humillarse en la presencia del Señor con aflicción, lloro y lamento? La primera palabra que me viene a la mente es el arrepentimiento. ¿Qué significa arrepentirse? Significa hacer un giro en U. Usted iba por el camino equivocado, entonces llega a un punto donde da la vuelta y se va por el camino opuesto.
¡Oh, cuanto necesitamos el espíritu de arrepentimiento en la Iglesia hoy en día! Gran parte de la adoración moderna es música con un volumen alto, gritos y altibajos emocionales, y eso no está totalmente equivocado. Pero ¿dónde está la aflicción por lo obvio “en su rostro” que ignora los mandamientos de Dios por parte de aquellos quienes reclaman Su nombre? ¿Dónde está el llanto por las oportunidades perdidas y los recursos desperdiciados para hacernos sentir bien a nosotros mismos y quedar bien a los ojos del mundo? ¿Dónde está la tristeza que proviene de la comprensión de que nuestras decisiones para con nuestro estilo de vida han crucificado al Señor Jesús de nuevo y lo han avergonzado ante los incrédulos?
Sé que este mensaje de hoy no es nada popular. Pero hermanos y hermanas, es la Palabra de Dios, ¿verdad? ¿Usted se fijó en el versículo diez? ¡El camino al honor conduce a través de la humildad, a través del arrepentimiento! ¿Por qué es verdad eso? Porque es solamente cuando nos vemos a nosotros mismos como Dios nos ve, que realmente podemos ser honrados por Él. Yo sé, que esto es totalmente opuesto a lo que creemos que es lógico, pero esto es bíblico.
Aquellos quienes están en el mundo siguen el camino lógico; a su propia destrucción. Su honor es solamente temporal. Una vez que mueren y se van, la mayoría pronto serán olvidados. Pero ¿qué pasa con los justos quienes eligen honrar el camino de Dios? Daniel capítulo doce, versículo tres, en el Antiguo Testamento dice: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” Ese es el tipo de honor que yo quiero. ¿Cuál quiere usted?
Precaución
Esta es una palabra de advertencia. Vaya despacio, tenga cuidado. Los versículos once y doce contienen una advertencia para nosotros mientras seguimos viajando a lo largo del camino al honor. En nuestra humanidad, estamos tentados a pensar que podemos ganar el honor a expensas de otra persona. Tenemos la noción equivocada de que el hecho de derribar a alguien nos levantará. En estos dos versículos finales de nuestro texto, James hace desaparecer esa noción.
Él nos advierte que no debemos caer en este error debido a las serias implicaciones que surgen. ¿No es interesante cómo a menudo queremos juzgar a alguien por la misma cosa con la cual luchamos en nuestras propias vidas? Si pronunciamos algún tipo de juicio sobre nuestro hermano, nos estamos poniendo nosotros mismos en un lugar de autoridad que no es nuestro. Estamos tomando el lugar de Dios. Y Santiago pregunta: “¿Quién eres para ponerte en la posición de juez?” Solo Dios puede conocer completamente los pensamientos y motivos en el corazón de nuestro hermano. ¿Significa eso que no podemos confrontar a un hermano o a una hermana cuando vemos el pecado en sus vidas? ¡Por supuesto que no! Pero es la forma como nos acercamos a ellos lo que hace la diferencia.
Si queremos restaurarlos, que es el objetivo bíblico, no hablemos enjuiciándolos. Hablamos con amor y sinceridad. No estamos tratando de ganar una posición por nosotros mismos poniéndolos en una posición negativa. Estamos tratando de restaurarlos a su posición en Cristo. He observado que ser un pacificador no logrará que usted gane muchos amigos. Las personas a ambos lados del problema lo acusarán de tomar partido. Usted puede ser vilipendiado en lugar de ser honrado. Pero cuando hacemos humildemente lo que podemos hacer para promover la reconciliación en el espíritu correcto, Dios honrará eso. Y eso es realmente lo que importa.
Ahora que hemos observado estas señales en el camino del honor, cada uno de nosotros tiene que tomar una decisión. Podemos seguir buscando el honor de la manera en que lo hace el mundo, ignorando esas señales y continuando de la misma manera. O bien, podemos buscar honrar el camino de Dios siguiendo estas señales, humillándonos ante Él y permitiéndole que nos honre en Su momento. ¿Qué camino al honor escogería usted?